De Kazajistán a Almería por salud y trabajo

Se mudaron hasta el levante porque la agricultura es referente y el clima mejora el asma

La familia de Kazajistán que se ha instalado en Almería.
La familia de Kazajistán que se ha instalado en Almería. La Voz
Melanie Lupiáñez Pérez
19:24 • 05 ago. 2023

Una familia de Kazajistán vendió su casa y dejó su trabajo en la antigua capital del país, Almaty, en el año 2016 para instalarse a 8200km de distancia en el pueblo almeriense de Las Marinas. El padre, ingeniero, la madre farmacéutica, los cinco miembros de la familia hablan ruso, inglés, español y kazajo, tocan un instrumento, pueden bailar Flamenco o bachata y ganar campeonatos andaluces de ajedrez aunque todavía no están nacionalizados. Esta gente son unos máquinas decimos con orgullo y marcado acento almeriense por esta zona.



El padre, Kazbek Toleubáyev, un ingeniero especializado en la agroindustria solo tardó 3 meses en trabajar para el grupo biotecnológico Kimitec como técnico de exportación. Este hombre ha visitado más de 40 países por formación y bagaje profesional. Sin embargo, después de haberse doctorado en la Wageningen University en los Países Bajos, tener formación en Israel, Estados Unidos o Rusia considera que la agricultura almeriense es un referente en el mundo.



“Almería es referencia del mundo en lucha integrada, control de plagas, cultivo biológico. Pude que no sea tan sofisticada como en otros países, pero con la práctica demuestra que no hace falta esta alta tecnología que son muy caros de mantener. El sistema de cultivo en Almería es muy sostenible, una familia con una hectárea puede vivir bien, la producción es sostenible, la lucha integrada y el biocontrol funcionan. La empresa en la que actualmente trabajo tiene sedes en Francia e Inglaterra, pero los técnicos de los distribuidores quieren venir aquí. Vienen a esta región por la formación técnica, para ver cómo funciona y porque es muy famosa” concluye el ingeniero de origen asiático.



La madre de la familia, Nuria Sagit es farmacéutica, trabajaba en el Departamento de Control y Registro de los Medicamentos del Ministerio de Salud de su país y aunque en España todavía no ha podido convalidar el título ha vuelto a trabajar en una farmacia. Su



primer trabajo fue recogiendo pimientos en los invernaderos. Después fue limpiadora en una cadena de hoteles de la provincia hasta que decidió estudiar un curso a distancia de auxiliar de farmacia y consiguió volver a la rueda supliendo bajas en establecimientos de la zona. “Tenía 43 y volvía a ser becaria, pero estaba en un punto de ponerme a fregar el suelo de la farmacia para estar cerca de mi profesión”, eran las palabras de Nuria.



“Pagamos a una traductora para que tradujera todo el temario de mi carrera, la mujer acabó medio loca porque eran textos muy técnicos, nunca había tenido un encargo igual”, decía Nuria. El Ministerio de Educación y Formación Profesional de España había puesto como requerimiento para homologar su título universitario que presentara el temario que había estudiado en Kazajistán en español. La primera solicitud fue cancelada ahora con el BOE en la mano y la ley de 2022 esperan la resolución de la segunda, más de 6 años de peregrinaje institucional.



Visité su casa por segunda vez porque quería conocer a la hija mayor, Aiganym, que a los 23 años trabajaba para una de las famosas empresas que desarrolló una vacuna para el COVID, Astra Zeneca, la joven era química analítica. Como era costumbre me dejaron unas zapatillas de casa, en el salón hay una preciosa alfombra kazaja y habían dispuesto una mesa con dulces y té. Me sentí con la confianza suficiente para decirles que antes de conocerlos lo único que sabía de su país era a través de la película Borat de Sacha Baron Cohen, ellos se partieron de risa. Estaban felices de contribuir en dar a conocer su cultura.



La hija pequeña Arailym sacó un instrumento típico de su país, un dombra, un tipo de laúd con forma de pera y dos cuerdas, muy popular en Asia. La joven de 12 años tocó una canción popular que su madre le había enseñado. Cuando Arailym llegó a España aprendió a bailar Flamenco, pero ahora estaba dedicada al ajedrez. En el salón de casa exhibían su último trofeo como subcampeona de Andalucía.


“Ya solo te falta conocer a mi hijo, Adil”, dijo el padre con una sonrisa antes de que me marchara. El joven en la actualidad estudia en la Universidad de Valencia y por supuesto mejoró su asma a las pocas semanas de pisar nuestra tierra.


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