Obispo Orberá, donde todo se compra, se vende se alquila o se traspasa

En la Rambla Obispo Orberá -la antigua calle Calderón y antes aún Rambla de Hileros y Paseo de los Pescadores- están a punto de echarle el agua bendita a dos nuevos restaurantes: uno de ellos, donde los obreros se afanan estos días de cuaresma en colgar las lámparas del techo, lleva por nombre Alma Bohemia y ocupa el lugar donde estuvo hace un tiempo la tienda Casa de artículos para el hogar. El local ha sido comercializado por Inmobiliaria Monterreal y allí estuvo hasta inicios del siglo cambalache la vieja posada del Príncipe; el otro nuevo figón, en la misma acera, un poco más abajo, es un local de cocina japonesa lamado Akido, a punto de abrir y en el que necesitan de forma urgente un cocinero de shusi. Tendrá que competir, aunque con clientela diferente, este restaurante asiático, con la vecina y exitosa hamburgueseria Goiko Grill.

Obispo Orberá ha ido acrecentando su rol en el centro de la ciudad como una de las calles con mayor 'promiscuidad' en los locales de negocios que se abren y se cierran o que cambian de tipo de comercio. Si uno se da una vuelta por esa ancha avenida, cuajada de grandes maceteros y de autobuses urbanos circulando por la calzada, caerá en la cuenta de la gran cantidad de establecimientos que tienen colgados carteles de se vende, se alquila o se traspasa, junto a anuncios de nuevas aperturas: nuevos negocios para ganarse la vida en los que detrás de cada uno se esconde el sueño de su promotor. 

Es una calle dinámica, soleada, huérfana de árboles y horadada por ombligos que son las entradas a su gigantesco aparcamiento subterráneo que es como el vientre de una ballena y que costó sangre, sudor y lágrimas -muchas lágrimas- ver terminado, tras una faraónica obra de años y más años; es una calle serpiente, que une la Puerta de Purchena con la Rambla Federico García Lorca, donde la gente camina deprisa y con sombrero; una vía mixta, versátil, elegante, comercial, residencial y de ocio, ocupada por locales de copas y hamburguesas, por la Escuela de Música y el Teatro Apolo, por las cercanas cafeterías de apresurados desayunos del Mercado y la herreriana fachada de la Compañía de María; es una calle frecuentada por colegiales de uniforme, por vehículos entrando y saliendo de las catacumbas, por familias pidiendo churros al camarero en el Habibi o en el Sevillano y María Hija y por señoras comprando zapatos de Blanes o hinojos para los gurullos, también de Blanes. 

Otros locales con movimiento son, por ejemplo, el que ocupó la tienda Mi Casa,  también de ropa del hogar, cerrada y con un letrero de ‘se alquila’. Enfrente está La Gitanilla o Bodega Aranda, con sus mesas desparramadas, buscando la sombra o el sol, según la estación del año, donde dicen que dormitó Brenan en un colchón comido por las chinches.

Un poco más abajo se arrienda el local donde estuvo la Peluquería Gaudí, que se trasladó unos metros más hacia la Rambla. Resplandece enfrente la fachada de la Caja Rural de Granada, en el bajo de un lujoso edificio promovido por Olivencia, vecino de donde estuvo el bar Ortega y la taberna Mirasol. Cerca se anuncia la apertura inminente de la tienda de tatuajes Yellox Ink.  La boutique inspirada en el lema de Sinatra-  My way- está en liquidación, a la espera de un traspaso o alquiler. A su lado, la tienda de  Runnin, cerrada, parece que ni está ni se le espera. Encima, la inmobiliaria Santa Isabel vende una casita con balcones y cristaleras de colores y fachada de ladrillo. Los balcones acristalados son una seña de identidad en toda la calle. Al lado está el bar Don Bocata, donde estuvo el Lila’s de gastronomía francesa. Enfrente está Camerino, de Kuver Producciones, un duro competidor para el acrisolado Cafetín de la calle Guzmán, haciendo chaflán con la Circunvalación de Ulpiano Díaz y vecino de la sombrerería más antigua de la ciudad. Brilla enfrente el toldo rosa de la frutería de Susana, con sus canastos de fruta fresca en la puerta y una bicicleta eterna.

 La peluquería de Marco Aldany acaba de cerrar y también está en alquiler el local donde abría Cajamar, esquina con la Rambla, como el último hito de este camino bruñido de botillerías, kioscos de llaves y de prensa cerrados y  panaderías de las que sale aroma a croissant recién horneado. 

La antigua rambla de hileros y pescadores

A la rambla consagrada en 1886 a un obispo que vino de Cuba, le dio mucha vida en 1892 la instalación del Mercado sobre los antiguos jardines de Orozco. Allí pregonaban el jurel y la sardina de la bahía los viejos pescadores en cestos de esparto. Después se llenó de labradores de la vega que hacían noche en las aceras con sus tenderetes de melones, pimientos y tomates, esperando la apertura de la alhóndiga. Enfrente, después, estaba la plaza del pescado, en el edificio de la EMA, cuando la avenida se llenaba de coches de caballos y de gente que acudía a desayunar a tascas como el Puerto Rico, donde hoy está el solar de la Cruz Roja, amortajado con un plástico enorme.

Obispo Orberá fue una de las grandes avenidas que se gestaron tras el derribo de las murallas medievales de la ciudad. De inmediato se llenó de mercaderes de ajos, cebollas y cañadú y sufrió en carne propia los efectos de la terrible riada de septiembre de 1891 que anegó el colegio de la Compañía y que propició que por fin se realizaran las obras de encauzamiento para evitar nuevos desastres. Ahora, por tanto, es una de las grandes vías comerciales de Almería, vicaria del Paseo y de la Rambla, pero con personalidad y vida propia, que ha reverdecido laureles por su cercanía a la circunvalación del Mercado Central con la instalación de bares de copas de diseño, en los mismo locales antes ocupados por verdulerías, carbonerías, quincallerías y cuchillerías.