Andrea Martín Pérez o cómo una almeriense ya es jueza con solo 25 años

Licenciada en Derecho, estudios de Piano, de madre periodista y de padre carpintero

La almeriense que ha logrado plaza como jueza.
La almeriense que ha logrado plaza como jueza. La Voz
Juan Antonio Cortés
13:28 • 05 dic. 2021

El día era áspero, frío y seco en Madrid. En la soledad, una mujer, transida e inquieta, con la angustia de los momentos que, sabe, no volverán a pasar, procura mantenerse a salvo de los tiritones. 



Plaza de la Villa de París. Dentro, en el viejo convento, hoy sede del Supremo, no había doncellas nobles, el deseo de Bárbara de Braganza, la mujer de Fernando VI. 



Dentro, cerca del Patio de los Naranjos, cerca del garrote vil con el que se dio muerte por última vez en 1974, cerca de las doce sillas que Isabel II regaló al palacio, un grupo de jóvenes observaban las escalinatas y los arcos. 



Dentro, donde dicen que todavía se oyen los chasquidos del secretario-relator de la Sala Segunda José Armada, el hombre que murió en el incendio de 1915, dos niñas con cuerpo de mujer sostenían la mirada ante un tribunal de jueces y fiscales de primerísimo orden. 



A la señora desazonada no le deja entrar un guardia de seguridad. No rechista. El marido de la señora, que sí cruza el portón, afina los oídos al otro lado de la sala donde su hija -25 años, licenciada en Derecho, estudios profesionales de Piano, de madre periodista, de padre carpintero y funcionario que ayuda a criaturas con problemas de salud mental, de hermana policía, del casco viejo de la vieja ciudad, de vida sencilla y costumbres tranquilas- entona los temas con destreza, con mala uva, elevando la mirada con humildad pero con la presteza que da el saber que el trabajo está hecho. 



El tiempo pasa despacio en la calle y muy rápido ahí dentro. La memoria, esa que le ha hecho almacenar 300 y pico temas en apenas tres años, ahora debe ser una amiga íntima: la perfecta confidente. ¿Qué milagrosas interacciones neuronales sacuden el cerebro de alguien para codificar, custodiar y recordar entre 3.700 y 4.000 minutos de exposición?



A 500 kilómetros, en un ático de la calle Pedro Jover, un perro lanudo, de nombre Pastor, parece el perfecto ausente. Con él no va nada. Pero sí va. Ese Pastor que en  abril de 2018 entraba en sus vidas ha sido el fiel compañero de fatigas. Cuando ella largaba en voz alta en la quietud de cualquier mañana de febrero, Pastor la miraba. Luego se adormecía con el runrún, pero las subidas de tono volvían a despertarle. De súbito, volvía a mirarla. Así un día. 12 horas. Y otro día. 12 horas, siete días a la semana, todos los santos días de tres años: más de 1.000 jornales de leyes y decretos. 



A 500 kilómetros, el juez Columna espera noticias de Madrid. Él ha sido el maestro. En silencio. Ataviado con su bata de casa y esperando el próximo partido del Almería, el juez escuchaba cada semana a aquellas jóvenes que, sin desfallecer, entregaban su vida al estudio. 


Avanza el día en Madrid. Una llamada. Es Fede, el padre. Una palabra, solo una: cincuenta. Cincuenta qué es, pensó la madre. Pronto se enteró. Cuando se abre la puerta del Tribunal Supremo, varios jueces y juezas, abrigados como en noche de Navidad, salen a la calle. Se respira vaho. Y admiración. Alguien dice: "¿Eres la madre de Andrea Martín Pérez?". La señora responde con un sí sin esperar lo que la mujer interlocutora, fiscal del 11-M, iba a soltar: "La nota más alta. Cincuenta de cincuenta". "¿Y qué haces aquí, que te mueres de frío?", profirió. 


Cuando la señora (Rosa) se acerca a Fede, Andrea entra en la escena. De repente, el apriorismo ese que dice que hay oficios para ricos y para hijos de ricos y para nietos de ricos se rompe en mil pedazos. En aquel palacio hecho para señoritas nobles, la nobleza ya no era un título adquirido, sino un poder obrado con codos, esfuerzo titánico, fe, mucha fe, y buenos consejos. 


Al volver a casa, Pastor levantó las patas en señal de victoria. Otra más. La de compartir casa con gente que le quiere y le educa. Quizás sea eso, querer, educar, lo que está detrás de esta historia de triunfo. Triunfo arrollador que ahora deberá gestionar recordando de dónde viene. Y hacia dónde va. 


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