8M y Virus: cuando el feminismo es culpable, por Pedro Manuel de La Cruz

“El problema es que en aquellos días nadie fue consciente de lo que se nos venía encima”

Pedro Manuel de La Cruz
07:00 • 14 jun. 2020

Entre un malvado y un tonto, hay que optar siempre por el primero: el malvado puede llegar a cansarse alguna vez, el tonto nunca. El problema se convierte en irresoluble cuando se alían los dos. Y a esa alianza estratégica es a la que estamos asistiendo desde que los primeros decidieron que la manifestación feminista del 8M podría ser munición con atractivo para los segundos.



Llegar siquiera a valorar que el 8M fue la clave de bóveda sobre la que se sustentó la explosión del Covid 19 en Madrid, o en cualquier otra ciudad de España donde se celebraron manifestaciones feministas, es un argumento que insulta la inteligencia y desprecia la razón. Veamos los porqués de ese desvarío; pero hagámoslo alejados de los prejuicios ideológicos o políticos que a tanto disparate acaban siempre llegando y centrándonos, solo, en la frialdad neutral de los hechos y los datos.



El 8 de marzo 120.000 personas, según datos de la policía, se manifestaron en Madrid por los derechos de la mujer. Pero en aquel fin de semana también se jugaron en aquella comunidad dos partidos de Primera, el Atlético- Sevilla, con 60.422 espectadores, y el Getafe- Celta, con 11.286 aficionados en las gradas; en segunda también se celebraron dos encuentros, el Rayo- Elche, con 10.163 espectadores, y el Alcorcón- Mirandés, con 3.191 (datos oficiales facilitados por la Liga). También se celebró un acto de VOX al que asistieron más de 9.000 personas. Pero como no solo de fútbol y política viven el hombre y la mujer, en esas fechas, del 4 al 8 exactamente, tuvo lugar en el IFEMA la séptima semana de la Educación en la que estuvieron presentes, según su directora, Lola González, 320 empresas y más de cien mil visitantes pasaron por sus estands. Lo que no puede avalarse con datos es el numero de fieles que asistieron a las casi cuatrocientas misas que se celebraron en las 84 iglesias dedicadas al culto en la capital al no existir datos de la Conferencia Episcopal; datos que sí existen en la dirección del Metro y que estiman en tres millones el numero de usuarios que bajan al suburbano cada fin de semana y suben y bajan de los trenes de Cercanías.



A la vista de las cifras anteriores (en las que he excluido para no cansar el lector el número de asistentes a centros comerciales, cines o teatros), ¿alguien no dominado por la maldad interesada o la estulticia sectaria puede defender que fue la manifestación del 8M la causa que provocó la expansión y el descontrol de la pandemia en Madrid? Los datos son tan elocuentes, tan reveladores, tan incontestables, que no hay espacio para la duda en la respuesta. 



La manifestación feminista de Madrid, como las centenares de manifestaciones similares que se celebraron en todo el mundo y en toda España (por cierto, en Almería asistieron 6000 personas, tres mil menos que las que vieron en el Mediterráneo el partido Almería- Depor, jugado 22 horas antes y en el que 9.116 aficionados pasaron por los tornos de entrada), contribuyó a la propagación del virus (en Madrid, en el resto de España y en todas las ciudades del mundo donde se celebraron, no lo olvidemos), pero esa realidad, que nadie discute, no la convierte en la única ni en la más importante causa de la propagación viral como tantos, tan interesada como falsamente, pretenden. ¿Cómo puede ser más infectiva una manifestación en el espacio abierto de las calles que las aglomeraciones ‘millonarias’ de personas en andenes y vagones bajo tierra, las miles y miles de gargantas que gritan en un estadio o las decenas de miles de fieles cobijados dándose la paz estrechando manos mojadas en la misma agua bendita bajo las cúpulas de las iglesias?



Llegados a este punto lo que hay que buscar es la respuesta a la pregunta de qué mueve a quienes han situado a la manifestación feminista del 8M como el eje del mal, el origen diabólico, de todo lo que vino después. Ante ese interrogante solo encuentro una respuesta: el rechazo obsesivo a la aspiración de la mujer de romper con la situación de inferioridad que ha padecido desde que en el Génesis Eva diera de comer la manzana a Adán. La ficción bíblica continúa hoy, miles de años después, presente en quienes han convertido su arquitectura mental en una estructura llena de sinrazones del pasado y tan vacía de argumentos de futuro.



El antifeminismo rabiosamente delirante es la razón de tan injustificada y extravagante acusación, pero el disparate se vuelve más peligroso cuando el argumento abandona la artillería política y mediática de la extrema derecha y pasa a formar parte de la metralla política de la dirección madrileña del PP (los ‘barones’ del partido y sus alcaldes están a otras cosas), de la impericia policial de corta y pega y del delirio de la literatura forense  



Tres meses y cinco días después del 8M todos coincidimos en que antes de aquel fin de semana había que haber decretado el estado de alarma y el confinamiento para frenar al virus. Pero no en España, sino en los 188 países que están sufriendo la devastación y el dolor de la pandemia. El problema es que, en aquellos días, nadie, ningún partido, en ninguna parte, fue consciente de lo que se nos venía encima. Nadie calibró la tormenta perfecta que se acercaba. Nadie. Quien diga lo contrario, miente con maldad; y quien se lo crea navega entre el sectarismo, la ignorancia o la necedad. O en los cuatro barcos a la vez.


Temas relacionados

para ti

en destaque