Las nuevas cafeterías del centro

En 1969 llegaron la cafetería Tripiana, Torreluz, Zodiaco, la Bolera de calle Trajano...

A finales de los 60  la histórica confitería Capri había renovado completamente sus instalaciones de Méndez Núñez y Reyes Católicos.
A finales de los 60 la histórica confitería Capri había renovado completamente sus instalaciones de Méndez Núñez y Reyes Católicos.
Eduardo de Vicente
07:00 • 08 jul. 2019

Almería, en 1969, no tenía industrias importantes ni fábricas con futuro que les dieran trabajo a cientos de obreros, pero seguía siendo una ciudad de pequeños comercios. Había tiendas familiares por todas las calles y el centro mantenía esa condición de zoco que lo llenaba de un chorro de vida constante. 



Los niños jugábamos a ir a ver tiendas sin una peseta en el bolsillo, por el puro disfrute de la mirada. A mí me gustaban mucho los escaparates de las confiterías y también los nombres que tenían: La Dulce Alianza, el Once de Septiembre, La Corona, la Colmena, la Flor y Nata, Capri, El Cañón. Algunas pastelerías del centro, para adaptarse a los tiempos modernos, ampliaron sus prestaciones convirtiéndose también en cafeterías, como ocurrió en el caso concreto de Capri, que además montó una sección de charcutería y para el verano vendía helados. 



1969 fue un año de cafeterías. El Gran Hotel, que llevaba poco más de un año abierto, ponía al servicio de sus clientes una terraza de verano donde organizaba bailes en las noches de los sábados.



Uno de los nuevos negocios hosteleros de ese año fue la cafetería-bar Bolera, en la calle de Trajano, propiedad del empresario Antonio Flores Ibáñez. Con los años llegó a ser un centro de referencia de la juventud almeriense a la hora de la caña y el tapeo.



El verano del 69 fue también el de la cafetería Tripiana, en la calle de Javier Sanz. Tuvo mucha fama en sus comienzos porque trajo una moderna máquina automática que elaboraba los famosos churros madrileños. Durante las décadas siguientes, este negocio estuvo muy vinculado a los estudiantes del instituto Celia Viñas, que formaron parte de la clientela más fiel. Aquel verano volvió a intentarlo el café-bar-restaurante Casino, en la calle General Segura. La historia de este establecimiento fue un continuo renacer  sin que llegara a cuajar. Acabó reconvirtiéndose en pub, sin demasiado éxito.



La cafetería que contó con más publicidad aquel verano fue la del edificio Torreluz en la Plaza Flores, que ofrecía también un atractivo restaurante. En el barrio del Zapillo ya habían echado a andar la cafetería de Los Tritones, pegada a la playa del Villagarcía, y la cafetería California, donde iban las pandillas a comerse un pollo de granja al horno de un kilo de peso con un botellín de champaña por ciento cuarenta pesetas.



Además de los nuevos bares y cafeterías, en Almería seguían pegando fuerte comercios de toda la vida como los Almacenes El Águila y la Giralda, o como el muy antiguo Garaje Inglés, que la familia Téllez dirigía en la calle General Tamayo. Recuerdo que por entonces, al contrario de lo que ocurre ahora, había muchas mercerías, que en  cualquier barrio podías encontrar una pequeña tienda con un buen surtido en hilos, botones, dedales...Abundaban también las papelerías y las jugueterías, negocios tradicionales, y empezaban a florar otros más modernos que traían los adelantos del futuro. Recuerdo la importancia que tuvo entonces la delegación de la marca Mobba que se abrió en  la calle Méndez Núñez. Nos trajo las básculas modernas y en pocos meses llenó las tiendas de los barrios y las barracas de la plaza con sus nuevos pesos. Fue un caso parecido al de la empresa Francisco Cazorla, que puso de moda la modernidad de las estanterías metálicas. Hubo muchos comercios, pequeños y medianos, que guardaron en la trastienda las viejas estanterías de madera. 



Los concesionarios de coches afloraban por los locales del centro y una marca almeriense, Piquer Hermanos, se hacía fuerte en el mercado local con su gama de vehículos usados, con sus camiones Ebro que tanto se anunciaban por la tele y sobre todo, con la exposición de tractores que todos los años mostraba al público durante la Feria en pleno Parque. 


El año 1969 fue el del despegue absoluto de la marca Spar, que se impuso en la mayoría de las tiendas de comestibles de barrio y el de la llegada de algunos supermercados que seguían la estela que empezaba a marcar Simago. En la calle Gerona, haciendo esquina con la de Álvarez de Castro, abrieron el Superservicio Virgen del Mar,  con  su sección de panadería, pescadería, carnicería, frutería, papelería y droguería. Todo un adelanto para la época.



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