Almería y el doctor Marañón

Una madrugada de 1928 apareció por Almería el intelectual de mayor relumbrón de aquella España

Marañón  con pajarita, a su lado el pintor Zuloaga y el escritor  Pérez de Ayala, en  Almería, junto a la directiva del Colegio de Médicos.
Marañón con pajarita, a su lado el pintor Zuloaga y el escritor Pérez de Ayala, en Almería, junto a la directiva del Colegio de Médicos. La Voz
Manuel León
21:37 • 14 jul. 2018

Nada más pisar suelo almeriense en la medianoche del 11 de junio de 1928,  el doctor Marañón y sus dos ilustres acompañantes sacaron hospedaje en el Hotel Simón y pidieron al servicio, no un emparedado de mantequilla o una sopa bullabesa, sino una ración fresca de camarón de la bahía.



Después salieron un rato a desentumecer las piernas por el Paseo del Príncipe en esa madrugada almeriense en la que hablaron probablemente del ambiente de los cafés, del calor húmedo del Mediterráneo y de la situación política del Gobierno de Primo de Rivera al que querían ver sustituido por una República.



Quizá nunca antes se había juntado en esa ciudad,  tan fuera de juego de todo,  un trío de ases de tal calibre: acompañaban al insigne médico Gregorio Marañón,  el pintor costumbrista Ignacio Zuloaga y el renombrado escritor Ramón Pérez de Ayala. También iban con ellos Dolores Moya y Valentine Dethomas, esposas de los dos primeros.



Cuando Marañón pisaba por primera vez ese empedrado almeriense ya era una celebridad en esa España aún ruralizada y en esa Europa de entreguerras, aunque apenas frisaba los 40.



Su principal pilar profesional era la ciencia, la medicina, la endocrinología, pero el espíritu enciclopédico de Marañón le permitió ser también un sólido pensador e historiador, que escribía con una pluma mucho más elegante que la de muchos historiadores oficiales. Gregorio Marañón llegó por primera vez a Almería esa madrugada casi veraniega procedente de Córdoba porque había sido invitado por el Colegio de Médicos a dar una conferencia. 



Unos días atrás, el eminente galeno cursó telegrama al presidente del Colegio, Juan Antonio Martínez Limones, aceptando su invitación y anunciando su llegada a la ciudad para reunirse con sus colegas almerienses.



Era entonces el Colegio de Médicos de Almería, creado en 1901, una de las instituciones con más presencia en la vida política y social almeriense, con continuos actos culturales y científicos en su  sede entonces en la Plaza del Marqués de Heredia, antes de trasladarse a su actual emplazamiento en la calle Gerona.



Amaneció el día y tras asearse en una palangana y pedir un opíparo desayuno junto al pintor y al escritor, en el hotel de Rodolfo Lussnigg, el conferenciante bajó por el Paseo, giró por la calle Lachambre y entró en el salón principal del Colegio donde fue recibido con una aclamación por decenas de asociados.


Allí estaba la creme de la creme de la medicina almeriense de la época: el presidente Juan Antonio Martínez Limones, Eduardo Pérez Cano, los hermanos José y Manuel Gómez Campana (padre de los Gómez Angulo), Juan Company Jiménez, José Cordero Soroa, Juan Capella o Antonio Villaespesa Quintana, primo del poeta y hermano de Joaquín Villaespesa, estudiante de medicina que sería ejecutado después dela Guerra en una de las tapias del Cementerio de Almería tras ser encartado en el proceso del Parte Inglés.


Se caracterizó ese ramillete de médicos almerienses de los años 20 y 30 por irrumpir muchos de ellos en política, casi todos desde el ala liberal y algunos de ellos, como Juan Company, que fue tesorero del Colegio, fue mandado por masón al exilio forzoso a México. Precisamente Marañón realizó gestiones hasta donde pudo para su regreso, aunque lo hizo a Valencia donde murió en 1951. Uno de sus nietos, Francisco Pérez Company fue muchos años después presidente del Colegio de Médicos.


Tomó la palabra esa mañana Juan Antonio Torres Limones, jefe de la beneficiencia municipal, para presentar a Marañón y a sus dos amigos y compañeros de viaje. Zuloaga era ya un aventajado pintor aficionado a reflejar en sus lienzos escenas de ciegos, pescadores, campesinos y toreros en el redondel.  Pérez de Ayala era también un proteico escritor asturiano triunfador en Madrid, tras ser apadrinado por su paisano Leopoldo Alas Clarín. 


Los tres viajeros, protagonistas de excepción esa mañana en Almería, lideraron, junto a Ortega y Gasset la Agrupación al Servicio de la República, que aceleró la salida de España de Alfonso XIII tras las elecciones plebiscitarias d 1931,  aunque el propio Marañón fue médico personal del monarca. 


Después, el clan de los tres se desengañó también con Azaña y con esa República que no era la que ellos habían soñado. Y el médico aborreció la persecución religiosa y la quema de conventos.

 Tomó, pues, la palabra, Marañón ante esa pléyade de médicos almerienses. Y aunque la conferencia versaba sobre los estados hipoglucémicos y los síndromes y problemas de la diabetes,

Marañón introducía sin cesar subordinadas sobre las costumbres sociales del país, los alimentos más populares, el calzado o hasta el peinado más en boga.


Recibió una notable ovación al terminar de conferenciar a capella, sin  un solo papel en el atril, dejando palabras premonitorias como éstas: “En la historia hay una cosa absolutamente prohibida: el juzgar lo que hubiera sucedido de no haber sucedido lo que sucedió”.


Marañón pasó luego a saludar uno a uno a todos los asistentes que lo volvieron a felicitar. El acto concluyó con un almuerzo que se celebró en el mismo salón del Colegio que fue servido por el Café Viena. Entremeses variados, huevos a la romana, merluza a la holandesa, crestones a la irlandesa, rosbeef a la moda, pudding, frutas, café, rioja, champagne, licores y habanos fue  el menú servido para la ocasión. Las señoras fueron distinguidas con el ramo de flores que adornaba la mesa de la presidencia y terminada la comida, los invitados fueron despedidos a las puertas y en el patio del hotel por un nutrido grupo de representantes políticos y sociales de Almería. 


Este formidable tríptico de la intelectualidad española de la época emprendió viaje a Granada donde pernoctaron. Marañón regresó a Almería en 1950 para visitar a un amigo enfermo en la Casa de Socorro. 


Después volvió a acercarse a la provincia, pero no físicamente, sino a través de la escritura de un libro titulado ‘Los tres Vélez’ donde recoge la semblanza y traza un estudio psicológico de los tres primeros marqueses de Los Vélez, los tres primeros Fajardos, que se publicó de forma póstuma en 1960. 


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