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Cien años tapeando en el bar Los Pescadores: templo del mar y del Athletic en Roquetas

Julen Guerrero puso el txakolin de sus bodegas en este bar que guarda el secreto del pulpo seco

Jerónimo y Conchi el equipo de Los Pescadores.

Jerónimo y Conchi el equipo de Los Pescadores.La Voz

Melanie Lupiáñez
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Los viejos pescadores se sientan en corro arreglando las redes y el mundo, los peces espada sacan punta por los box que los transportaran en trailers tierra adentro. El mundo gira en torno a un viejo baluarte convertido en el Castillo de Santa Ana y a un toldo de franjas blanco y rojo. Cuando abrió sus puertas en 1920 bajo un cañizo era el lugar de encuentro de los roqueteros, donde se bailaba al son del acordeón o un toca discos, incluso el circo actuaba en aquellas paredes. Hoy el bar Los Pescadores es un santuario del pescado y el marisco y un ¡aupa Athletic!

“El alma mater del negocio es mi mujer, Conchi. Ella es la que hace el pulpo con garbanzos, los judiones con marisco, las ortigas de mar, todo. Mi mujer tiene ganas de jubilarse, pero yo no, solo espero que me aguante en el trabajo unos años más… Si me ha aguantado 37 años de casados”, dice Jerónimo Fernández Flores, el dueño del mítico bar que heredó de su abuelo.

Son cinco personas las que atienden el bar, cuatro en la cocina y Jeromo, como todo los conocen, solo ante las comandas y sacar tapas. La clientela es variada y cada vez va a más, según cuenta el hostelero. Hay quien espera cada mañana a que abra el bar y quien deja la maleta en el hotel y sale que se las pela a comer pescado y chuparse los dedos.

“Algo haremos bien cuando tengo un 4,6 de 5 en las reseñas de Google. Este negocio es muy duro y quema. Trato de no enfadarme, pero a veces es complicado. Recuerdo una vez que me cabreé con un cliente por un vino. Esto pasó unos días antes de irme de vacaciones, cuando volví pedí perdón al cliente porque me había quedado ese sin sabor”, dice Jerónimo.

Apoyado sobre la barra que puso su padre en los años ochenta, rodeado de estampitas de vírgenes, camisetas y bufandas del Athletico de Bilbao y fotos con Julen Guerrero, Jerónimo está en lo suyo. Su afición por el Athletic viene de la infancia por unos primos suyos. El antiguo jugador de fútbol es el responsable de que se sirva txakolin en Los Pescadores. Jerónimo era su amigo cuando fundó la peña del Athletic (1998) en Roquetas y Julen por aquella época tenía viñas. Un maridaje de casi 1000km que combina de muerte con las tapas del bar.

“Cuando viajo me gusta empaparme de la gastronomía local y traer aquí lo que pruebo, pero no todos los experimentos salen bien. He servido erizos de mar o percebes, pero no han tenido salida”, Jerónimo casi paladeaba la hueva roja del erizo al decirlo. Un hombre que disfruta de su trabajo y no hace reservas, lleno de orgullo cuando ve las colas en su bar. “En una ocasión una mesa de diez personas pidió 128 tapas y están en su derecho. Aquí cada cliente puede pedir la tapa que quiera, no se exige que si la mesa es grande haya variedad de una o dos tapas.”

Una carta de más de setenta tapas, sin QR, a la vieja usanza; papel y el camarero cantando lo que lleva fresco del día. Abren desde las siete de la mañana a las cuatro y media, cada día excepto los domingos. Es el bar más antiguo de Roquetas y probablemente fuera el primero, fotos a vista de pájaro por las paredes atestiguan la evolución del pueblo y la ubicación de Los Pescadores.

“Empezamos a las siete de la mañana a esa hora ya están los habituales en la puerta y si Jerónimo se retrasa lo llaman por teléfono y todo. Son gente trabajadora que se toma el café aquí antes de empezar la jornada. Son muchas horas y muchas tapas. Por eso nos tomamos nuestro mes de vacaciones repartido en tres veces durante el año en mayo, septiembre y noviembre. Verano es la temporada más fuerte”, dice Conchi López Rivera, cocinera y mujer de Jerónimo.

De las manos de Conchi salen los guisos y adaptaciones de los platos tradiciones al pescado como los judiones con marisco o el cuscus de marisco, también el mítico pulpo seco, puede que una de las pocas cosas que se conserva desde la apertura. Porque los tiempos cambian, aquel bar que empezó como una taskilla de pescadores con siete tapas de pescado, ha evolucionado hasta tener un menú que puede ser tan sencillo como una sardina a tan sofisticado como una ostra. El modelo de negocio como los valores siguen intactos después de un centenario. El equipo se reparte entre él y ella durante tres generaciones, él en la barra, ella en la cocina. Por delante honradez, honestidad y amabilidad con el cliente.

En cien años Jerónimo no recuerda ningún tropiezo laboral. Él se queda con los buenos ratos, con el partido de fútbol de veteranos entre roqueteros y bilbaínos, como capitales Jerónimo y Julen Guerrero. Y con su bar siempre. “Esto no sé si lo alquilaré algún día, pero mientras yo viva no pienso en venderlo. Mi abuelo siempre decía que sería para mí y sólo por eso” Jerónimo se lleva la mano al corazón, sin palabras. Solo una última cosa: “¡Tienes que probar los garbanzos con bacalao!”

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