Viendo al equipo jugar fuera de casa y con los precedentes de las cinco victorias pidiendo la hora al borde de un ataque de nervios, no queda otra que afrontar los partidos que quedan en el Mediterráneo como si de una operación a corazón abierto se tratase.

Jamás se recuerda tanta tensión dentro y fuera del campo. No conocí un Almería que no diera una victoria en condiciones a lo largo de la historia y estamos en el año horrible de la era Alfonso García.

Cuando empieza el partido el campo parece un cine y la gente se calla. Cuando la pelota se acerca al área de Casto se hace el silencio y si marca el Almería pedimos la hora en el minuto 7.

Es mucho lo que llevan en el cuerpo los abonados del Almería esta temporada. Esto no hay quien lo aguante, porque cada vez queda menos y cuesta más sumar un punto en la categoría de plata.

Cuando uno recibe una paliza psicológica con los nervios a flor de piel y se gana el partido, se suele apuntar a otra pero es que ni ganando te compensa tanta tensión en los partidos.

Van 28 jornadas soñando un marcador claro al descanso. Vencer por más de un gol. Salir a por el partido y asustar al rival. Eso que hacen otros y nos gustaría ver no se ha dado todavía.

No me hablen del partido del Leganés, porque ya es del año pasado. Una victoria clara es la mejor receta para los aficionados cansados de acudir al estadio con el corazón en un puño.

Todos sabemos que los futbolistas son los primeros que quieren cambiar el guión en casa y no hay forma y el equipo parece tener los pies de plomo por el peso de la cola.

O se ganan tres partidos o viviremos hasta el final con suero en las venas y a corazón abierto.

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