Cuando llegue la 2016-17 que está a la vuelta de la esquina en Almería estaremos celebrando, como mínimo, 6 temporadas en Primera. Lo nunca visto. Y todas con Alfonso García.

Han nacido miles de niños en esta provincia viendo a su club en lo más alto y no lo debemos perder. Los años malos se cuentan con dos descensos y uno de transición por Segunda y la temporada del ascenso.

Desde que naciera el nuevo club en 2001 y Alfonso tomara el mando de las operaciones los almerienses no vivimos nada igual. Solo semejante en ilusión a aquel otro ascenso de la Agrupación.

Lo que tenemos a día de hoy es un tesoro que se nos va de las manos. Esto no es ni de Alfonso, ni de Carrillo ni de los futbolistas: pertenece a los almerienses.

Los entrenadores y los futbolistas son aves de paso. Ellos son profesionales y prestan y cobran por sus servicios. Pero la entidad y su afición vive y sufre impotente ante una situación que nadie podía imaginar.

Almería se pierde en el fango de la tabla. El presidente dice que no se cruzará de brazos. Los aficionados han perdido la confianza y, lo peor es que bajando a Segunda División B no hay futuro.

Nos estamos jugando la década prodigiosa de nuestro fútbol y deberemos trabajar unidos para evitarlo. Me ha tocado vivir de cerca el último de los descensos. Aquel del Ourense cuando Almería lloraba y los jugadores volaban a otros nidos a desplegar un fútbol que nos negaron.

Hoy no se sienten los colores como antes.

Hoy nadie se acuerda de las desapariciones del Almería.

Hoy estamos en el peor momento del club desde que Alfonso lo tomó y no debemos dejarlo solo.

Tenemos un serio problema.

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