Pese a lo abultado del marcador en contra, más fruto de las individualidades de los locales y del cansancio de los almerienses que de las facilidades dadas por el conjunto almeriense, este Almería de Sergi Barjuan ha vuelto a mostrar su mejor cara nada y más y nada menos que ante el primero de la fila en Primera.

Lección aprendida El nuevo técnico del Almería llegó al Camp Nou con la lección bien aprendida. Consciente de que el mayor peligro del equipo local tiene su vía de penetración por el centro, le cedió algo de espacios en las bandas, salvo cuando la pelota estaba en poder de Messi y cerró a cal y canto la linea de los pases interiores y las paredes con las que el Barça de Luis Enrique suele generar su mayor peligro.

Un bloque de ocho El conjunto rojiblanco jugó en el Camp Nou como lo que es, un equipo modesto. Con Thomas como medio centro defensivo, acompañado por Corona y los dos bandas, Edgar y Wellington, el nuevo entrenador formó dos lineas de cuatro muy juntas y solidarias que consiguieron atascar de tal modo al Barcelona que se llegó al descanso sin que Julián hubiera sido inquietado en demasía por el ataque local. Si al intermedio el electrónico reflejaba la ventaja mínima de la escuadra azulgrana fue gracias a un genialidad de Messi que se sacó de la chistera un sensacional disparo, tras superar la oposición de Edgar. Pero el Almería no se limitó a defenderse bien y con orden, sino que con el paso de los minutos comenzó a mirar la meta de Bravo disponiendo de la ocasión más clara de gol del primer cuarto en un disparo de Wellington que salvó un defensor a córner. Una derrota, esperada y previsible, que no puede ni debe hacer daño. Por el juego, por la intensidad, por la buena disposición en el campo el Almería está preparado para la guerra.