Cada vez que el Almería se encierra en el campo principal a trabajar sin testigos, luego se informa a los aficionados de que el equipo ha estado trabajando las acciones de estrategia. Eso semana tras semana, al menos dos veces. Pero luego ese trabajo no se ve reflejado en el terreno de juego, ni en el plano ofensivo ni en el defensivo. O bien los encargados de enseñar la manera de sacar partido de las acciones a balón parado no se explican demasiado bien, o los discípulos de Soriano no prestan la debida atención.

Parece evidente que, en una Liga marcada por la igualdad, en la que los pequeños detalles suelen marcar el rumbo de los partidos, no tener soluciones válidas en las jugadas ventajosas se paga bastante caro.

En este sentido, el Girona de Pablo Machín dio una lección al Almería de Soriano. El noventa por ciento de las aciones de estrategia de las que dispuso el cuadro catalán llevaron peligro, independientemente de la falta de acierto en el remate final, hasta el punto de que en el primer periodo sus acercamientos a la meta de Casto sólo siguieron esa senda. Por contra el Almería, que dispuso de doce lanzamientos de esquina y varias faltas en campo contrario, no fue capaz de inquietar en ninguna de ellas y en la mayoría ni siquiera finalizó jugada, lo que suele ser vital para evitar el contragolpe. Hay que mejorar mucho en ese sentido.