La Voz de Almeria

Tal como éramos

La escuela de los hombres de provecho

En 1951 se inauguró la Escuela de Formación, seis años antes ya funcionaba una en Adra

Alumnos de Formación Profesional desfilando por el Paseo en 1956 para participar en la visita de Franco.

Alumnos de Formación Profesional desfilando por el Paseo en 1956 para participar en la visita de Franco.

Eduardo de Vicente
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El miércoles catorce de noviembre de 1951 se celebró la ceremonia de apertura del primer curso de la Escuela de Formación Profesional de Almería. Ese día, el Gobernador civil, Manuel Urbina Carrera, que presidía el acto, ofreció un discurso en el que recordó que el gran objetivo de la puesta en marcha del centro era el de “formar hombres de provecho que sean útiles a la sociedad”.

La Escuela de Formación nació para fomentar oficios y apoyar las vocaciones de todos aquellos niños y adolescentes que necesitaban un aprendizaje completo para poder integrarse con las máximas garantías en el mercado laboral. La escuela era una fábrica de salidas, aquel que acababa los estudios tenía grandes posibilidades de tener un oficio para toda la vida. A lo largo de décadas, de sus aulas y de sus fecundos talleres salieron miles de alumnos que hicieron carrera como electricistas, soldadores, mecánicos, carpinteros...

La Escuela de Formación, a diferencia del Instituto, ofrecía una enseñanza donde la práctica destacaba por encima de los aprendizajes teóricos, con un equipo de profesores que eran maestros en los oficios que impartían. Los que tenían más problemas para el estudio puro y duro, los que dominaban menos la memorización, podían salir adelante si demostraban sus habilidades para aprender una profesión y hacer carrera sin tener que pasar ni por el Bachillerato ni por la Universidad. Todos los años, la escuela organizaba un concurso en el que los alumnos participaban presentando sus trabajos de torno, de fresa, de forja, de soldadura, de carpintería, de electricidad, de ebanistería. Un jurado formado por profesores y por maestros especialistas que trabajaban en empresas tan acreditadas como los talleres Oliveros o Cabezuelo, se encargaban de evaluarlos.

El día de la apertura del curso, el Gobernador civil le explicó a los alumnos que habían llegado a “una fábrica de formación de futuros hombres que tanto necesita España para su engrandecimiento industrial y económico”, y destacó la obligación de los padres en apoyar a sus hijos para que se embarcaran en esta nueva aventura. Hasta entonces, los niños que no querían estudiar o los que no tenían posibilidades de hacerlo, si querían aprender un oficio no tenían otro camino que entrar de aprendices con diez u once años en un taller y allí de la mano de los adultos ir adquiriendo los conocimientos necesarios. La Escuela de Formación ofrecía otro sendero diferente, la opción de formarse con más rigor y de tener un título que lo acreditaba.

La puesta en marcha del centro fue una auténtica revolución en la ciudad, aunque como casi todo, llegó con retraso. Se inauguró en 1951, seis años después de que empezara a funcionar la Escuela de Formación Profesional de Adra, que fue la primera que tuvimos en la provincia. En ella se formó el técnico industrial José Oliva Ramos, que tras desempeñar durante varios cursos el cargo de director en el centro abderitano, fue el elegido después para llevar las riendas de la escuela de Almería donde se encontró con unas instalaciones a la vanguardia nacional y con cuatrocientos alumnos procedentes de todas las clases sociales. En la Escuela de Formación tuvieron cabida los hijos de la burguesía y los de las clases más humildes, sin distinción.

Su puesta en marcha, en el otoño de 1951, fue celebrada por las autoridades de Falange como un gran logro para la ciudad y una oportunidad para “servir a Dios, a España y al Caudillo”, como recordó el gobernador Urbina Carrera, que aprovechó la apertura del curso para hacer propaganda del régimen.

La escuela se convirtió en el centro educativo más importante de la ciudad por el número de materias que se daban y por el equipo de maestros que lo integraban. Se organizó en dos plantas. En la primera se establecieron los talleres de mecánica, fundición, forja y ajuste, electromecánica y tecnología. Al fondo, un gran comedor con capacidad para doscientas cincuenta plazas con su cocina correspondiente, y en el ala izquierda, los talleres de carpintería y ebanistería. En la planta alta se ubicó un salón de actos de doscientos cincuenta metros, preparador para proyectar películas de cine, cuatro aulas para la formación mercantil con una sala para las prácticas de mecanografía y contabilidad, y una sala para el dibujo industrial. Además, contaba con un pabellón dedicado a internado para aquellos estudiantes que venían de fuera.

La Escuela de Formación fue también una oportunidad para cientos de muchachos que vinieron de los pueblos a aprender un oficio en la capital, en una época en la que dejar el pueblo para venir a Almería a estudiar era una gran aventura y para muchos significaba el primer paso para hacerse hombres antes del definitivo, que entonces se daba cuando uno se iba al servicio militar.

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