La detención de un vecino en Roquetas de Mar, que presuntamente amenazó con un hacha a varios guardias civiles el pasado jueves 14, tras protagonizar graves incidentes en su edificio, ha dejado al descubierto una realidad silenciosa pero habitual en muchas comunidades: convivir con alguien cuya conducta agresiva y errática convierte el día a día en un escenario de miedo.

Lo ocurrido no sorprendió a quienes comparten edificio con el detenido. Para muchos, la intervención de la Guardia Civil fue solo la culminación de una tensión que llevaba tiempo gestándose entre las paredes del bloque.

De acuerdo con diversos vecinos consultados por LA VOZ, el episodio violento no sería un hecho aislado. “Vivimos con este ambiente desde hace algunos años”, asegura una de las residentes del bloque, que describe una convivencia marcada por la tensión constante y la sensación “de que cualquier día puede ocurrir algo peor”. Los temores de esta vecina no parecen infundados. Para reforzar su testimonio muestra la malla metálica que ha tenido que instalar en su balcón, orientado al patio comunitario, convertido en blanco de continuos lanzamientos de objetos contundentes. “Tira cosas… un cuchillo, latas de cerveza. El día de la detención me lanzó una botella de whisky y empezó a insultarme, diciéndome que me iba a matar. Yo estaba en el lavadero de mi casa y tuve que entrar corriendo a la vivienda”, relata con evidente temor.

Los antecedentes del detenido, según señalan los vecinos, también reflejan la gravedad de la convivencia en el edificio. El 26 de julio se interpusieron un total de ocho denuncias en el puesto de la Guardia Civil de Roquetas de Mar contra el hombre.

De poner música alta a estrellar una bombona

En ellas se señala de manera recurrente que arrojaba objetos contra los balcones de sus vecinos: “En su patio ha observado que ha lanzado piedras y numerosos residuos”. Además, las denuncias recogen diversas amenazas de muerte dirigidas a quienes conviven con él, con expresiones como “Te voy a cortar la cabeza” o “Te voy a matar”. En una de las denuncias se desliza el tiempo de conflicto que vive esta comunidad roquetera: “Lleva alrededor de 15 años teniendo problemas con los vecinos”.

Para los vecinos de Los Castaños III, el comportamiento errático de este vecino podría deberse a “problemas de salud mental”, explica uno de ellos. Su testimonio coincide con lo señalado por las fuerzas del orden que intervinieron en el incidente del hacha: el detenido se encontraba “muy exaltado y agresivo, pronunciando incoherencias y mostrando signos de no encontrarse en un estado psicológico normal”.

La convivencia con este hombre, de nacionalidad española y de unos 50 años, se ha ido recrudeciendo en Los Castaños III con el tiempo. “Ha ido escalando cada vez más hasta llegar a niveles altos de agresividad”, comenta una vecina. Según relata, los conflictos comenzaron con molestias relativamente menores, como la música alta, pero progresaron: “Luego compró una máquina que emitía un zumbido terrible y no dejaba dormir de madrugada, hasta cosas tan aterradoras como amenazar a otra vecina con el hacha mientras se pasaba la hoja por la lengua”.

Más allá de los lanzamientos de objetos y residuos o los desperfectos en los coches del aparcamiento, las denuncias recogen otros hechos de considerable gravedad que habrían puesto en riesgo la integridad física de los vecinos.

"Ves como se para el tiempo"

El día de los actos, la actividad fue frenética y estuvo marcada por el miedo. Según relatan algunos residentes, el detenido comenzó a golpear una bombona de butano mientras gritaba: “Voy a explotar todo, voy a reventar la comunidad y no me da miedo la muerte”.

“Ves cómo se para el tiempo, vi salir el polvo blanco hacia mí y corrí hacia adentro lo más rápido que pude”. Así relata otro vecino lo ocurrido el pasado 3 de julio, cuando el detenido presuntamente vaciaba los extintores en el patio comunal apuntando supuestamente hacia él.

Este mismo testigo explica que, tras encontrar restos de una manzana y un cuchillo en su cocina, se asomó al balcón y se topó con el chorro del extintor dirigido hacia él. “El patio es rojo, lo dejó blanco. Como cubierto de nieve”, añade otro residente, describiendo la escena con asombro y temor. Esta comunidad roquetera, cansada de una situación de convivencia insostenible, acumula denuncias y se pregunta cómo “se puede poner solución si se confirman problemas de salud”. “La ley no puede hacer mucho”, apostilla uno de los vecinos, que se pregunta si será necesario llegar “a un punto de no retorno que se tenga que lamentar, para que se pueda hacer algo”.