En enero, en El Toyo se produjeron hasta nueve robos en apenas unos días. Tiendas, pequeños negocios. Entonces la alerta fue alta y se saldó con algún que otro detenido. Hoy, el foco ha cambiado: ya no son las cajas registradoras el objetivo, sino las ventanas y los balcones de las casas. Ni siquiera la presencia de familias en su interior parece disuadir a quienes entran sin llamar.

En lo que va de julio, cuatro viviendas unifamiliares de alto nivel adquisitivo de esta zona residencial junto al campo de golf han sido visitadas por los amigos de lo ajeno. En tres de ellas lograron acceder. En una de ellas, llegaron a consumar el robo: entraron, eligieron, cargaron y salieron.

Las tres primeras casas fueron atacadas el pasado 5 de julio. Los ladrones actuaron con sigilo, paciencia y conocimiento. En una de ellas, aprovecharon que sus moradores no se encontraban en casa para desvalijarla con calma: se llevaron dinero en efectivo, oro y varias joyas, explican fuentes cercanas al caso. En otra, entraron, registraron y se marcharon sin botín. En la tercera, ni siquiera llegaron a entrar. La alarma se activó cuando intentaban forzar una ventana. Huyeron antes de que llegara nadie.

La forma de como estos ladrones habrían accedido a las viviendas supera la ficción . Según parece, los ladrones se habrían descolgado desde las azoteas utilizando sábanas anudadas entre sí. Una técnica rudimentaria, pero eficaz. Desde esa altura alcanzan toldos, balcones y ventanas. No hay cuerdas, ni ganchos, ni material profesional.

Algunos vecinos afectados por esta reciente serie de tentativas de robo comparten una inquietud que va más allá del susto: la sensación de estar siendo vigilados. Eso ha llevado a algunos residentes a sospechar que pueda existir una organización detrás de estos robos.

Sin embargo, fuentes de la Policía Nacional descartan, por el momento, la implicación de un grupo criminal organizado. La investigación sigue abierta, y no se descarta ninguna vía hasta dar con los autores de estos robos.