Se viene discutiendo estos días si la Plaza Vieja se reviste con mármol o cualquier otro producto más barato. Estas discusiones nunca las entenderé. El Paseo de la ciudad nunca estuvo más hermoso que cuando las aceras tenían el mármol como pavimento. Me podrán decir que algún resbalón se produjo en tiempos de lluvias, no lo voy a negar, según el zapato que calzaras tenías que tener más o menos cuidado. A algún político-alcalde se le ocurrió lo del granito y se perdió la belleza de un paseo único. Y todo por ahorrarse unos duros. Nos hemos acostumbrados al oscuro granito de las aceras, pero no debíamos permitir que otro oscuro político nos haga algo parecido en la Plaza Vieja. Y eso sin contar que tenemos en nuestro subsuelo la gran riqueza de esa piedra caliza en todos los colores que nos podamos imaginar. Una zona en crisis como el resto del país, y a la que la imagen de una gran plaza en mármol le vendría muy bien. Los errores de los políticos los paga una ciudad durante muchos años, ahí están las grises aceras de nuestra avenida principal o el picudo rojo que nos metieron en el parque y que amenaza a todo el palmeral del sur de la península, no permitamos que hagan lo mismo con la plaza. Y que no vengan con la escusa del dinero, que para lo que les interesa tienen de sobra, o lo piden prestado o lo van pagando a plazos, que seguro se lo permiten. A alguien le puede parecer una discusión tonta la elección del pavimento de una plaza, pero va a ser su piel durante un mínimo de veinte años, intentemos que sea la más noble y, a ser posible, la más bonita del mundo. Me encantaban las aceras del Paseo.