Con el verano llegan las vacaciones, las personas se relajan y se tiende a cometer más excesos. Los jóvenes asisten con más frecuencia a las discotecas y esto conlleva también un aumento en el

consumo de alcohol, de cocaína

y de las llamadas

drogas de diseño o éxtasis.

Es preocupante que la percepción respecto de estas drogas está cambiando y se las considera inocuas y “seguras” (ya no se vinculan con la marginalidad y la delincuencia como antes). El consumo esporádico hace que se tienda a

banalizar la adicción y el riesgo para la salud

que viene aparejado; y esto es un grave error, ya que la consecuencia para cerca del 70% de los consumidores de éxtasis son trastornos psiquiátricos (ataques de pánico, delirios) y alteraciones neurológicas (temblor, convulsiones). Característicamente, estas drogas son de fácil elaboración, más baratas que la cocaína y de uso sencillo, por su presentación en comprimidos pequeños.

Sus principales propiedades, que las hacen atractivas en estos ambiente, son:

la entactógena

(aumento de la propia sensibilidad y de la autopercepción) y

la empatógena

(aumento de la comunicación social). Por otra parte, sus

efectos secundarios son similares a los de la cocaína

: aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, tensión muscular, náusea, visión borrosa, desmayo, escalofríos y transpiración.

Consecuencias

Producen mucha sed, por lo que los jóvenes ingieren grandes cantidades de agua en las discotecas. También se relacionan con el abuso de drogas los accidentes de tráfico, agresiones y otras complicaciones, aunque no se asocien en primera instancia. Los

jóvenes disponen de mucha información

, sobre todo en internet, respecto de cómo manejar los síntomas, cuál es la dosis más adecuada, cómo potenciar el efecto y, en caso de intoxicación, cómo evitar la consulta al médico, demorando más aún la resolución del caso.