La Voz de Almeria

Opinión

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Estamos celebrando, con dedicación y éxito diversos, el cuarto centenario de la segunda parte del Quijote. Se dice de Cervantes que es el padre de la novela moderna por cuanto utiliza nuevas técnicas narrativas que con el tiempo se han ido imponiendo tanto en la Literatura como en el Cine y la Televisión. Hoy no es nada raro oír hablar de telerealidad, concepto que entraña otra vida inventada en sustitución de la aburrida y poco ilusionante historia diaria que todos protagonizamos. El autor del Quijote dejó bien claro el fin que le movía a tomar la pluma “ pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería” . Para ello inventó un hidalgo cincuentón convertido después en un caballero que intenta implantar la justicia en el mundo. Este hombre se provee de armas antiguas y desiguales, se viste con piezas de la armadura, tomada de orín, que dejaron sus abuelos´ y un claro día, a la primera luz del alba, después de encomendarse a su amor platónico Dulcinea del Toboso, una campesina del vecino pueblo, sale en busca de aventuras. Quién diría que después de cuatrocientos años lo que iba a imponerse en nuestras casas serían las novelas de entretenimiento que al menos nos hacen vivir aventuras imaginarias. He oído a la gente sencilla quejarse de que es preferible sentarse a ver las novelas de la tele antes que aguantar los telediarios o las siempre presentes tertulias sobre política. Probablemente el éxito de algunos programas de telerealidad se deban a esta ansia escapista. Al parecer la gente prefiere ensayar nuevas formas de vida en lugares desconocidos aunque sean inhóspitos y con rumores de selva, Nunca faltaron los nostálgicos de otros periodos geológicos. Aquí la coincidencia con el verso de Manrique – “cualquier tiempo pasado fue mejor” – es total. Sin embargo no existe nada tan creativo como afrontar la realidad de cada día . Para los amantes del balón pensar que viene un domingo sin fútbol les saca de sus casillas. Pero peor lo pasarían si supieran que pierde su equipo preferido. Recuerden los lamentos de Don Quijote ante las pedradas de los cabreros.


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