Cuestiones disputadas
Por el momento no faltan quejas. No hay unanimidad. Hay autonomías que no aceptan la ley ya de salida
Líbreme Dios de criticar una función inherente a la universidad como es el análisis del mundo fuente del pensamiento nada mágico, conciencia social, en suma, del verdadero saber. Lo que me parece mal es otra cosa. Les cuento. Me refiero por supuesto a este país. Leo que en un par de años, aquí hubo una universidad que cambió de programa de estudios como unas cinco veces. Mala cosa pues para la estabilidad y el saber a qué carta quedarse de los alumnos. Pero esto no es nada si tenemos en cuenta que cada partido que gana el poder lo primero que hace, después de tomar posesión, es agenciarse una ley de educación a su medida, quiero decir a medida de los intereses de los grupos fácticos que les ayudaron a ganar las elecciones. Así llevamos un montón de leyes de diversos colores, unas son rojas, otras azules y otras ni se sabe. Cada ministro de educación deja su nombre prendido en el frontispicio del templo de la sabiduría. Sin embargo el malestar y la frustración de la comunidad educativa no se detiene. El viernes pasado apareció, sin contar con nadie, un decreto del Gobierno donde se prescriben las carreras de tres años más los masters de dos. Weert dijo que era para acomodarse a lo que se hace por ahí fuera y a la vez ahorrarse de paso unos cientos de millones para las familias. Pues bien, el decretazo ha caído como una tempestad de granizo. La comunidad educativa está como si acabara de atravesar sin protección un avispero. Para colmo ha tenido lugar un comunicado de los rectores pidiendo que las cosas comiencen, si es que comienzan, allá para septiembre del año 2017. Supongo que será para tener tiempo de calibrar la calidad del decreto. Por el momento no faltan quejas. No hay unanimidad. Hay autonomías que no aceptan la ley ya de salida. Otras dicen que su objetivo principal es favorecer la enseñanza privada, cargarse la igualdad de oportunidades, hacer que existan dos clases de alumnos: los que entran por la puerta del edificio y los que lo hacen por la puerta excusada. Más claro aún: para que haya ricos y pobres en la esensanza universitaria pese a su pretendida vocación universalista. Ya no nos acordamos de la ley de ciudadanía que prentedió homologar a todos los españoles para una sociedad igualitaria. Las continuas manifestaciones del PP, en presencia de los obispos, dejaron de esta manera el paisaje después de la batalla.