La Voz de Almeria

Opinión

La próstata

Al pobre Kalinin no le quedaba otro remedio que orinarse encima bajo la risa del verdugo

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El último libro de Milan Kundera, ‘La fiesta de la insignificancia’ ( 2013) es una buena prueba de que con humor e ironía se pueden decir cosas muy serias. Me han impactado sobre todo algunas anécdotas de Stalin y Kalinin. ¿ Quién era Kalinin? Tal como aparece, un pobre hombre de origen obrero, un nulo y siniestro pelele en el fondo al servicio del poder que llegó a ser presidente del Soviet Supremo. Stalin lo trataba con cierta ternura en la medida en que puede sentir ternura el mayor asesino de la historia. Pero lo más conocido de Kalinin fue su famosa próstata hinchada. En un larguísimo discurso pronunciado con motivo de la inauguración de un teatro, en Ucrania, el distinguido orador tuvo que interrumpirse varias veces para salir a mear. Mientras duraba la interrupción, distraía al público una banda de música y unas señoritas rubias en plan de animadoras. Volvía Kalinin de su micción y proseguía en posesión de la palabra. A los cinco minutos otra vez lo de la música y las bailarinas. Cuando el pelele acudía a las reuniones a más alto nivel, Stalin, siempre imaginando un posible atentado, no dejaba salir a nadie ni siquiera a desahogar la próstata en el confortable urinario del Kremlin. Al pobre Kalinin no le quedaba otro remedio que orinarse encima bajo la risa sardónica del verdugo. No deja de ser una ironía de la dictadura soviética que la ciudad alemana de Königsberg, patria de Kant, autor de la ‘Crítica de la Razón pura’ se llame ahora Kaliningrado en homenaje al gran meón. Y, volviendo a nuestro país, ¿qué simetría podría tener lo de la próstata con lo que está pasando aquí? A principio del siglo XX, Ortega publicó su célebre artículo sobre ‘Vieja y nueva política’. Tenemos políticos que llevan medio siglo meando fuera de tiesto. Y sigo sin comprender por qué este bombardeo contra Podemos, un grupo de chicos que no pasa de los treinta y cinco años de media con la próstata aún como una rosa. Quizá no estén equivocados cuando hablan de cosas viejas que deben ser llevadas al tinte. Se da por hecho que el pensamiento reaccionario y comodón no parará hasta hacer fracasar este movimiento generacional, lleno de ilusión y vitalidad, con lo cual la corrupción ya no tendría remedio para mucho tiempo.


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