El espejo empañado
El trabajador que hasta no hace mucho gozaba de una situación económica holgada y que ahora se ve incapaz de llegar, en el menor de los casos, a final de mes se mira en el espejo y no se reconoce. Tampoco lo hace el propietario de la zapatería del barrio, incapaz de cerrar una caja decente desde hace muchos meses.
El pensionista que tiraba con su paguilla también se siente extrañado de la imagen que ve reflejada en el cristal del baño unos minutos antes de salir a comprar la comida de toda su familia, la de sus hijos y la de sus nietos porque ahora es el único sustento que tienen, el de los abuelos. Que tus descendientes vivan peor que tú es toda una demoledora experiencia, inadmisible desde cualquier punto de vista.
Esos espejos devuelven el retrato distorsionado de la mayor parte de la sociedad, de aquella que está padeciendo la crisis en primera persona, de ahí que a nadie haya extrañado - aunque se haya puesto más el acento en los posibles resultados electorales -lo que los españoles le han dicho a los encuestadores del CIS sobre la malísima percepción que tienen sobre cómo va la economía.
De ese barómetro, como digo, a mí me interesa realmente esta parte, bastante más que lo que cada cual diga que va a votar dentro de un año. Me llama especialmente la atención que el 82,2 por ciento de los entrevistados piense que la situación económica de España es mala o muy mala a pesar de la ‘brasa’ que lleva dando Mariano Rajoy y todos sus ministros y ministras con lo de las raíces vigorosas y la luz al final del túnel desde hace meses. Por mucho que se empeñe no cuela, presidente.
Prácticamente nadie en este país, según estos datos, es moderadamente optimista con el futuro más inmediato en lo que concierne a su economía y a la del resto de sus conciudadanos. La gente va tirando, mal tirando, desesperada mientras comprueba como el espejo, en ese en el que se miran cada día, sigue empañado.