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Opinión

¡SOS chumbos!

“La cochinilla ha irrumpido con la virulencia de una plaga bíblica sobre las hileras de palas verdes”

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Dactylopius Coccus o más vulgarmente la cochinilla de las pencas o cochinilla carmín, un insecto hemíptero muy apreciado por la industria cosmética y la de los colorantes alimentarios, dada la calidad y viveza de los tonos que puede llegar a producir,  ha irrumpido con la virulencia de una plaga bíblica sobre la hileras de palas verdes que festonan aquí o allá el sediento paisaje almeriense.


Este vampirillo de apenas unos milímetros, que absorbe la sabia del cactus hasta el estrago y la muerte, solo habitaba hasta ahora en el continente americano, entre las espinas de las pencas,  originarias de México, aunque allí la llaman higueras indias. También vive en dos pueblos de las Islas Canarias, que la cuidan como oro en paño, pues el granate y carmín que produce, son reconocidos como de mayor calidad a nivel mundial.


La amenaza de la que hablo no es un exceso y sus consecuencias pueden ser aún más devastadoras, que las sucesivas burbujas inmobiliarias que enlutaron nuestro país con el hormigón armado, bien relleno de avaricia y de corrupción, dos pringosas argamasas más difíciles de destruir que el forjado del mejor refugio nuclear por mucho hormigón que le refuerce.


Aunque no sé nada de los insectos, para mí la entomología es una ciencia decisiva, pues son ellos son la mayor comunidad viva sobre la faz de la tierra, podría estar pasando algo asombroso: y así, no sería está legión millonaria y de infinitos especímenes, los encargados de transmitir infecciones mortales y epidemias desastrosas que diezman a pueblos y naciones. Me pregunto sí podríamos, nosotros los mamíferos más desarrollados y sofisticados de todos los tiempos, haber contagiado  tras miles de años de convivencia, algo parecido al virus de la corrupción a nuestros vecinos, los insectos.


Sería una línea de investigación interesante, pues la cepa de este virus más letal que el mordisco de una cobra venenosa, podría aislarse para crear una vacuna, pero no para administrarla a los mosquitos o las preciosas libélulas o los grillos y cigarras orquestales en el tiempo de la canícula, sino para suministrarla a las puertas del todos los parlamentos, los salones de plenos,  consejos de ministros y palacios reales…


En los hospitales también pues no viene mal la prevención.


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