La Voz de Almeria

Opinión

La farsa del concurso público

“El caso Sacyr, en el canal de Panamá, debería llevanos a una reflexión sobre las adjudicaciones ”

Publicado por

Creado:

Actualizado:

El caso Sacyr, en el canal de Panamá, debería llevarnos a una reflexión sobre el sistema de adjudicación de tantas obras y servicios por parte de todas las administraciones. No entro en el tema Sacyr porque me falta información, y me temo que también formación, para emitir una opinión objetiva y honesta. Pero si me sirve como ejemplo de un sistema tan extendido en España, y me imagino que en otros muchos países, como es el concurso público.


El problema no es el modelo mismo porque seguramente no debe existir otro mejor; el problema está en las razones por las que, quien paga, adjudica el servicio o la obra y la irresponsabilidad, en muchas ocasiones, de quienes aspiran a ganar el concurso. Naturalmente sobre el papel todo está perfectamente estudiado y la decisión que se tome debe ser ponderada descartándose las ofertas bajas por "temerarias" y las muy altas por "desproporcionadas". Pero la realidad suele ser muy otra. De entrada las empresas que piensan presentarse un concurso  suelen preguntar al amigo político de turno si merece la pena o no porque la obra ya está más o menos adjudicada o con un pliego de condiciones fabricado a medida. Mal comienzo.


Las empresas saben que incluso poniendo precios de mercado o algo más bajos, el coste final se va a disparar por todos los "peajes" que hay que ir pagando y si los ponen demasiado altos, no van a tener ninguna oportunidad. La solución habitual es desinflar lo más posible el coste para tener opciones y, pese a toda la legislación que garantiza el cumplimiento del contrato siempre hay razones de urgencia o interés social por las que la obra pública termina triplicando lo acordado. Pero llega luego la administración que sea y abre los sobres y pondera según criterios muchas veces inconfesables: descarto de entrada el tema de las "mordidas" directas porque serían de cárcel, pero en absoluto el de la "empatía" política de una determinada empresa.


Los resultados, claro, son los que son; pero una vez más nadie paga los platos rotos, ni la empresa que licitó sabiendo que era imposible su oferta ni, mucho menos, quienes la adjudicaron con un quebranto evidente para el dinero de todos. Una vez más no-pasa-nada.


tracking