Tradiciones vergonzantes

Destaca en esta consecución de tradiciones nuestra capacidad de cambiar unas por otras

Emilio Sánchez de Amo
09:00 • 15 oct. 2022

Lo normal en época medieval española era que las calles y caminos estuvieran cubiertos de heces, excrementos de animales y personas que lo hacían donde primero pillaban, no estaba mal visto, era una costumbre. Por otro lado, nuestro país fue pionero en el Medievo en la aberrante castración de niños con fines musicales. Ya algo menos pretérito, era tradición que las mozas fueran acompañadas de una hermana, una prima o incluso su madre cuando querían pasear con algún pretendiente, lo que llevaba a innumerables situaciones cómicas. Las tradiciones en nuestro país nos han llevado incluso a no dejar que una mujer pudiera tener cuenta corriente si no era con el permiso de su marido, costumbre erradicada con la Constitución del 78.



La tradición es un concepto que identificamos con el saber común, con la memoria que comparte una comunidad concreta. De hecho, la antropología cultural parte de que somos seres sociales, organizados en grupos que comparten pensamientos y conductas que conforman su cultura y sus tradiciones.



En su momento no, pero hoy nos impactan muchas tradiciones pasadas y algunas presentes. Por ello choca que, en pleno siglo XXI, en la España avanzada de derechos y libertades, de conquistas sociales, de vida igualitaria, en la España democrática que tanto sufrimiento costó, aún perduren grupúsculos con aberrantes tradiciones para la dignidad de las mujeres, como en el Colegio Mayor Elías Ahuja, que chicas aludidas lo excusen y, casi peor, que haya instituciones que no acaben con ello.



Y es que el ser humano ha ido forjando su cultura a base de tradiciones, del saber oral y escrito, de costumbres y ritos. Pero, si algo destaca en esta consecución de tradiciones, es nuestra capacidad para mutar y cambiar unas por otras, aunque sea a golpe de ley. Las tradiciones son para cambiarlas, y no deben estar por encima de las personas y su dignidad.



Podría ocurrir que muchos de esos jóvenes adinerados y bien posicionados socialmente pasaran a ser uno de los tradicionales eunucos, castrados con un buen rango de poder, tales como protectores de harén, mediadores entre el rey y sus inferiores, …, personas desprovistas de descendencia para que no lucharan por las cotas de poder hereditarias. ¿Cuántos de aquellos se apuntarían a la tradición? Por fortuna, esto no es tradición en España, como tampoco el vejar a las mujeres por el hecho de serlo. Recientes los festejos del día de la fiesta nacional, reniego de este tipo de tradiciones, porque mi patria no insulta, no excluye, no ofende, mi patria ya tiene grandes tradiciones de tolerancia, respeto e inclusión, señalemos y excluyamos a los anti patriotas.







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