Diario de una cuarentena (XXVIII): Grillos en la ventana

Dos figuras se alejan por una pasarela de la playa de Almería.
Dos figuras se alejan por una pasarela de la playa de Almería. Marina del Mar
Marta Rodríguez
07:00 • 24 abr. 2020 / actualizado a las 09:47 • 24 abr. 2020

Han empezado a cantar grillos al otro lado de mi ventana. Creo que es la primera vez que me pasa desde que vivo en Almería y quizá solo esté dentro de mi cabeza, pero no veo descabellado que ocurra en este resurgir de la naturaleza que estamos viviendo. Si hemos visto delfines nadando en nuestras playas y un jabalí subiendo la Rambla, por qué no van a cantar los grillos. He investigado un poco y, al parecer, así llaman a sus parejas para aparearse al llegar la primavera. Viene a ser una serenata de amor. Lo cierto es que es lo más parecido a estar durmiendo en mi pueblo una noche de verano. Y eso, queridos míos, en este momento se llama felicidad. Tal vez sea cosa de mi cerebro que últimamente me nota falta de endorfinas. Qué sabio él.




Esta mañana he pegado el oído a una conversación en la puerta de la frutería. No me juzguéis, lo hago por vosotros. Dos vecinos del barrio se han parado a hablar de su rutina de ejercicios y vaya casazas gastan: uno ha dicho que tarda medio centenar de pasos en recorrer su planta baja, jardín incluido, y la otra ha contestado que ella una treintena. Al llegar, he hecho el experimento en mi pisito y, de extremo a extremo, me han salido dieciocho. (Risas). Hay gente que se ha montado auténticos circuitos, pero más mérito tiene la chica del piso de arriba que se pega horas enteras en un espacio minúsculo. Alguna vez me he planteado llevarle la cuenta.




Llevamos 40 días, con sus 40 noches, encerrados. Y en cada uno de ellos me he parado un momento y he sonreído por que mi abuela no haya vivido esto. Bastante tuvo con una guerra y siete partos de los que vivieron cuatro hijos. Ella se ha librado, pero hay personas de su generación que han muerto en muchas residencias. Ya he escuchado varias veces decir que esta pandemia es lo más parecido a una guerra que vamos a vivir algunos, imaginad el terror de haber pasado por aquella penuria y que ahora un virus cruel te lleve por delante sin que tu familia te pueda agarrar la mano. Le ha pasado a Nicolás López, de Serón, a los 102 años. Algunos diréis que ya es bastante. Y yo digo que quizá, pero sobrevivir a la Batalla del Ebro y a Franco para morir así me parece bastante injusto.




Un amigo presenció el otro día una escena conmovedora. En la calle Minero, un hombre mayor cargado con la compra hablaba con su nieto, asido a los barrotes de un balcón:




-Abuelooo, ¿por qué llevas mascarilla?
-Porque tengo que llevarla.
-¡Sube abuelooo!
-No puedo.



-Sube.



-No.





Y el abuelo siguió calle arriba, encogido. Cargaba sobre sus hombros el peso de toda la pena del mundo.


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