Almerienses en el Valle de los Caídos

Al menos 75 descansan allí hoy

Trabajos de construcción en el Valle de los Caídos.
Trabajos de construcción en el Valle de los Caídos.
Juanfra Colomina
07:00 • 29 sept. 2019

Año 1940. España entera está cubierta de cadáveres tras una larga guerra que ha durado tres años. Franco es reconocido como Jefe de Estado por la mayoría de los países de su entorno y mantiene buenas relaciones con la Alemania nazi y la Italia fascista. La II Guerra Mundial está siendo un fiasco para las potencias democráticas, que ven como los fascismos ganan terreno en medio mundo.



En este contexto nacional e internacional el dictador manda construir un gran monumento que honre a los “cruzados caídos” en la lucha por la “nueva España”. El lugar elegido es el valle de Cuelgamuros, conocido desde entonces como el Valle de los Caídos. 18 años se tardó en excavar, construir y levantar la gran cruz que corona el complejo, hoy en día en manifiesto deterioro. Mucho se ha discutido sobre el verdadero espíritu que encarnaba la construcción de tamaño proyecto: unos defienden que es un monumento de reconciliación nacional; otros que es monumento a mayor gloria del dictador y de su obra política. Si nos vamos a un órgano de referencia, como es el BOE, en 1940 quedaba claro que el Valle se levantó “con objeto de perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa Cruzada“, es decir, el bando franquista.



Sería ya en 1957, en plena guerra fría y cuando el discurso del Régimen da un giro, cuando se decide que el monumento sea un símbolo de reconciliación. Pero, ¿quiénes construyeron el Valle de los Caídos? ¿Con qué métodos? Los datos conocidos son escalofriantes: al menos 20.000 republicanos participaron en la construcción de un monumento que honraba a los vencedores, siendo la inmensa mayoría eran presos políticos que salieron de las cárceles y de los campos de concentración para redimir las penas de prisión a cambio de trabajos que rozara el trabajo forzado. Los métodos y las condiciones eran terribles, como en la excavación de la cueva, realizada a pico y pala ante la falta de excavadoras mecánicas. 



En ‘Los almerienses esclavos del franquismo, 1939-1950’ (Arráez Editores, 2018), el investigador Eusebio Rodríguez Padilla rescata los nombres y los trabajos de muchos almerienses que se acogieron a las redenciones de penas para librarse de esas cárceles y campos. Desde 1943, cerca de una treintena de paisanos, a través de la Dirección General de Campos de Concentración, fueron a trabajar a Cuelgamuros. Estos presos políticos rebajaban sus condenas con una relación de 5 días menos por cada día trabajado en las obras, según indica Rodríguez. La mayoría eran represaliados políticos que accedieron al trabajo a través de la empresa San Román y sin preparación técnica para las obras que se necesitaban. Solo los mineros Francisco Fernández Bautista y José Garrido Ruiz, y el peón caminero Francisco García Martínez, fueron dirigidos a las zonas más especializadas, como eran las excavaciones en la roca viva y en el acceso a la cima del monte. El resto de almerienses, jornaleros, tipógrafos o barrileros, fueron escogidos para obras de albañilería y demás trabajos secundarios de las obras, no menos peligrosas e inseguras que las de sus compañeros. 



Los vecinos de Pechina, Gádor, Huércal de Almería, Gérgal, Níjar, Berja, Ohanes, Alhama, Sorbas, Benahadux, Terque, Abla o Almería vieron a muchos de sus conocidos ser apresados por las tropas franquistas para ser encarcelados y trasladados fuera de Almería. Muchos nunca supieron a dónde fueron dirigidos hasta muchos meses después, cuando la posibilidad de comunicarse con la familia hemos podido conocer en muchos casos las condiciones en la que se encontraban estos presos.



La mayoría de los presos almerienses consiguieron ser indultados entre 1943 y 1946 pero algunos, como Domingo Morales Rueda, estuvo cerca de una década trabajando en aquellas obras hasta 1954. El Valle de los Caídos fue terminado en 1958. Al poco tiempo empezaron a trasladarse desde las fosas de los cementerios miles de cadáveres, la mayoría sin el consentimiento y a escondidas de las familias. Allí reposan hoy en día los restos de al menos 75 almerienses. 



Las fosas del Valle

Alrededor de 400 personas fueron fusiladas en Almería a consecuencia de la represión franquista. La mayoría de ellas fueron enterradas en las nueve fosas que llegaron a existir en el cementerio de San José y Santa Adela, situado en la capital almeriense, a las que se le une las de Sierro, Íllar y Berja.


Estos fusilamientos fueron más abundantes entre 1939 y 1944, en pleno auge de la represión del nuevo Estado. A raíz de la construcción del Valle de los Caídos, el Estado franquista decidió trasladar numerosos restos hasta Madrid. En un principio, desde los Boletines Oficiales provinciales, se dio aviso a las familias para que se pusieran en contacto con el Gobierno Civil provincial indicando el deseo y el permiso para trasladar los restos de sus familiares hasta el Valle.


La respuesta no fue la esperada aunque a comienzos de 1959 llegaron los primeros 8.000 restos mortales desde la práctica totalidad de la geografía española. Los primeros restos de almerienses enterrados en fosas llegaron el 26 de marzo de 1959 desde el cementerio de San José:  En esa fecha llegaron 20 cuerpos que fueron enterrados en las criptas a los que se sucedieron, sucesivamente, otros restos hasta 1968 que hacen un total de 73 víctimas trasladadas desde el cementerio de San José y Santa Adela. 


Pero en la provincia había más fosas, como he señalado anteriormente: desde la fosa de Íllar, en una fecha tan tardía como febrero de 1975, fue trasladado los restos de Luis Almécija Lázaro. Los últimos restos inhumados en el Valle fue pocos días antes de fallecer Franco en su cama: José Hernández Navarro fue trasladado en octubre de 1975 y desde entonces descansa allí, junto a los de Juan Jurado, Juan Lara Padilla, los cinco miembros Pérez de Perceval (los tres hermanos Sánchez y los dos Moral, todos primos y vinculados a la Comunión Tradicionalista) o José Álvarez Ladrón de Guevara, un purchenero vinculado a Izquierda Republicana, el terqueño beatificado José Díaz Tapia de Villachica, Sebastián Godoy Alcázar o Rafael Salazar Cervantes, oficial de segunda del Cuerpo de Vigilancia y Seguridad de la República y que fue cesado en 1937.


A Cuelgamuros fueron trasladados los restos mortales de caídos, mártires y gente corriente, represaliados de ambos bandos, muchos con nombres pero olvidados por el tiempo. Todos ellos fallecidos durante una guerra cruenta guerra y una brutal represión. Quizás Cuelgamuros no fue el mejor lugar para reconciliar pero la realidad es muy tozuda y señala que cerca de 34.000 combatientes de ambos bandos se encuentran allí inhumados. Muchos de ellos, especialmente los republicanos enterrados en fosas comunes, fueron trasladados sin el consentimiento familiar. Sea como fuere, España tiene una deuda con muchos de ellos, que merecen una sepultura digna y en consonancia con la lucha que mantuvieron desde posiciones que se encontraban radicalmente opuestas. El peso del silencio pende sobre ellos como una pesada losa de granito. 






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