El tapeo de Almería ha muerto, ¡viva el tapeo!

La Semana Santa evidencia el cambio de modelo: tapear en mesa se ha vuelto imposible

Unas tapitas de migas, más almerienses que El Cañillo, listas para ser servidas a los clientes
Unas tapitas de migas, más almerienses que El Cañillo, listas para ser servidas a los clientes La Voz
Antonia Sánchez Villanueva
21:22 • 10 abr. 2023

El debate lleva algún tiempo corriendo por las barras, las terrazas, los cenáculos y las redes sociales de los almerienses: el modo de tapeo tradicional, seña de identidad de esta tierra, ¿se podrá mantener tal y como lo hemos conocido desde hace décadas o está llamado a evolucionar hacia otro modelo, ‘parecido pero no igual’?  



Entendamos por 'tapeo almeriense de siempre' el basado en consumiciones a precio tasado consistentes en bebida más una tapa a escoger por la clientela de entre un surtido muy variado -la longitud de la lista recitada a pleno pulmón por el camarero de turno ha sido tradicionalmente argumento de autoridad para recomendar un bar-. Un modelo en el que no había condiciones previas, ni turnos horarios, ni espacios acotados (simplemente, que hubiera espacio) para entregarse al placer de tomar unas cuantas rondas de bebercio y empaparlas con unas tapas que, por exceder a menudo las dimensiones de un aperitivo estándar, solían satisfacer las necesidades de cualquier estómago hambriento en número máximo de entre tres y cuatro.



Pero hete aquí que, como ha ocurrido con tantas otras cosas, la pandemia ha acelerado un proceso de reconversión del que ya habían aparecido previamente algunos signos. Y en momentos de máxima afluencia a los bares, la evidencia se hace clamorosa. Es lo que ha ocurrido esta Semana Santa, sin ir más lejos, en el centro de la capital. Ya no es posible aspirar en temporadas festivas a ocupar durante un tiempo la mesa de un bar para solo tapear. Hay que pedir raciones o platos, con la consiguiente subida de la cuenta final. En el mejor de los casos, se puede competir por unos centímetros de barra para una o dos cervecitas rápidas de pie. En el peor, ni eso. Solo bares de barrio y periferia, alejados del cogollo, escapan de momento a esta lógica, y no siempre.



No todo el mundo lo entiende ni acepta de buen grado. Arguyen los hosteleros -y seguro que no les falta razón, que para eso ellos conocen las cuentas- que ese tapeo de los de antes no sostiene un negocio, no paga personal, suministros y gastos de explotación, ahora que tanto han subido, y que seguir esa senda solo es posible bajando la calidad. El caso es que, visto lo visto, el tapeo almeriense parece haber emprendido de manera inexorable el camino del nuevo modelo de tapas gastro con suplemento en euros, raciones y tapas solo de cortesía para abrir boca mientras llega la verdadera comanda. Con ello, Almería dejará en breve de ser la excepción ibérica en eso que engañosamente se dio en describir como “con la tapa gratis”. Si eso es así, habrá que acostumbrarse, y, como en toda buena sucesión, despedir con añoranza al saliente y recibir con esperanza al entrante: el tapeo de Almería ha muerto, ¡viva el tapeo!







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