De la visita a la Feria de don Miguel de Unamuno y los Juegos Florales

El rector de la Universidad de Salamanca fue el encargado de mantener este acto en 1903

Exterior del programa de mano de la feria de 1903 en la que la visitó Unamuno
Exterior del programa de mano de la feria de 1903 en la que la visitó Unamuno La Voz
Lola González
19:17 • 24 ago. 2021

"Donde se aviva la inteligencia, se exalta la fantasía y se habla al alma, se establece un mundo inmaterial de ideas y sentimientos que hacen del hombre un ser superior y le prepara a ser agente poderoso en la sociedad. Por eso, la poesía no desaparecerá nunca del mundo de las letras, en bien del progreso de los pueblos”. Así defendía La Crónica Meridional de 1903 la realización de los Juegos Florales que el Círculo Literario tenía preparados para esa noche en el Teatro de Variedades continuando con la tradición de hacer batallas de versos a modo de trovadores medievales para conseguir una flor natural. Para los más jóvenes, sería lo más parecido a una batalla de gallos pero en vez de rapear se declama.



Había sido ese año 1903 un curso estudiantil complejo con movilizaciones en todo el país y que en Salamanca había terminado con cuatro muertos por una acción desproporcionada de la Guardia Civil en una manifestación. Al frente de los estudiantes para pedir reparación se había puesto su rector, Miguel de Unamuno. El mismo que poco tiempo después recibiría un telegrama de los estudiantes almerienses recibiendo su apoyo y admiración.



Si se preguntan el por qué de mezclar churras con merinas, es decir, la feria, los Juegos Florales y unas movilizaciones estudiantiles, les explico que todo tiene un personaje en común: Unamuno, quien “por su talento e ilustración” fue elegido para ejercer como mantenedor de esa batalla en verso.



Emoción
La llegada de alguien de su nivel a la capital generó muchas expectativas. No era fácil escuchar voces tan críticas y tan claras con la situación del país como la suya y aquí se le esperaba con los brazos abiertos.



Llegó Miguel de Unamuno en el tren correo de la tarde del 25 de agosto con la intención de estar una semana en estas tierras. Le visitaron desde representantes del Instituto, políticos, admiradores...era la sensación del momento.



Llegó la noche del 27 agosto y en el Teatro de Variedades no cabía un alfiler. Todo estaba dispuesto para ver en el escenario a María Jiménez (o Giménez porque la prensa no se pone de acuerdo) como Reina de la Fiesta y escuchar a los premiados de la noche, muchos de ellos de fuera de Almería. Eso sí, ninguno se llevó la flor natural, faltó nivel por lo visto.



Pero allí todos estaban esperando al discurso de Unamuno. Habló de casi todo. Tuvo tiempo para criticar la envidia como uno de los males endémicos del país “si habla mal de España, es español”, es algo que ya se sabe.




Criticó la soberbia de aquellos que se cerraban a la llegada de cualquier innovación y sobre todo era claro con los movimientos regionalistas y centralizadores asegurando que se centran “no en lo que tienen de afirmaciones de lo propio, sino de negaciones de lo ajeno” y reflexionaba sobre su deseo de que solamente se hablase una lengua en el país pero en la que “cupiera todo el pensar de los españoles”. Bien parece que los debates de hace más de un siglo podrían repetirse hoy.


La noche fue un éxito y el discurso muy celebrado en la prensa cuyas redacciones recorrió el propio Unamuno antes de recibir el debido homenaje por su visita a la provincia con un gran festín.


El festival gastronómico que se le ofrecería de la mano del Hotel Londres -en el que se hospedó durante toda su estancia- en el Club de Regatas contaría con un suculento menú que deberían saltarse si le coge la lectura cerca de la hora de la comida o la cena: arroz a la valenciana (se ve que todavía no había recibido el nombre de paella), pescado a la mayonesa, pollos en salsa, jamón en dulce, bizcocho glasé, helado y café. Todo regado de un buen vino de Rioja y coronado por una copa de champagne.


En el agasajo no faltó nadie y hay poco espacio para contar todos los que movieron sus copas al compás del sexteto ‘Sánchez’. La comida fue exquisita pero los allí presentes esperaban escuchar de nuevo al rector de la Universidad de Salamanca y más en un momento de mayor espontaneidad.


Cuentan las crónicas de la época que reconoció el escritor vasco que no conocía Almería más allá de lo que cuentan los libros y sus tradiciones y que por ello no se había atrevido a hablar más de sus gentes. “Extráñase de oír hablar mal de Almería a los mismos almerienses;  censura el que se haga materia de conversación de los propios defectos” recoge La Crónica Meridional de su discurso en ese 30 de agosto. Si viera que tampoco hemos cambiado tanto...


Visita
La estancia de Miguel de Unamuno en Almería se prolongó hasta el 1 de septiembre. En el camino tuvo tiempo para pronunciar una conferencia para el Círculo Literario. Cierto que eso se sale ya de la feria y mi cometido pero me permito el lujo de cerrar esta crónica con la reflexión que hacía el ilustre rector de Salamanca sobre la educación en la que exponía que “en España más que enseñar hace falta abrir el apetito de aprender”. Y es que  hay cosas que no cambia ni el paso de los años.


Pero a lo que íbamos, la presencia de Unamuno fue el colofón a una feria, la de 1903, que fue revolucionaria.


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