El Retrovisor: ferrocarril minero Bédar-Garrucha y recuperación del patrimonio

La historia de las minas, una Almería que fotografió José Rodrigo, presentada en sociedad

Tolva circular para el mineral en la N-340, frente a Uniformes del Levante de Isabel Cervantes. Foto Mario Guillén.
Tolva circular para el mineral en la N-340, frente a Uniformes del Levante de Isabel Cervantes. Foto Mario Guillén.
Antonio Torres
07:00 • 16 ago. 2021

En algunas presentaciones hubo testigos como Diego Rubio y Mario Guillén, en Bédar y Los Gallardos, respectivamente. Minas, Cables, ferrocarriles, fundiciones y embarque de Minerales. Bédar, Los Gallardos, Garrucha, Mojácar, Turre y Vera (1840-1970), escrito por Andy Devey y Juan Antonio Soler Jódar, se presentó en Los Gallardos, un acto que se prolongó durante tres horas. Participaron los citados autores, Juan Grima de Arráez Editores que presentó un video de resumen de las 500 imágenes que ilustran la obra y el profesor de Patrimonio Industrial de la Universidad de Granada, que invitó a la zona a apostar por una ruta verde, de recuperación y memoria para el cable Bédar-Garrucha con estación en Los Gallardos.



El guante lo recogieron el alcalde gallardero Fran Reyes y la concejala Esther González. El alma de las amplias y detalladas intervenciones la puso el administrativo de Hierros de Garrucha, Mario Guillén Valdivia, de 88 años, uno de los pocos supervivientes de aquellas minas que cambiaron la fisonomía de la zona para bien o para mal. 



Tras el cierre de las minas en 1970, Guillén se puso a estudiar, compartiendo su trabajo de administrativo por horas en hostal Grice de Turre, la empresa de Pedro Jerez, El pegote en Alfaix, o el hotel Continental de Mojácar.  El administrativo, que tenía pasión por la medicina y con un gran expediente académico, consiguió ser ATS en Cabo de Gata y Turre. El cierre provocó un éxodo de familias a Catalunya, tal como hicieron, los padres del coautor de la indispensable obra, el doctor Juan Antonio Soler. Europa la recorrieron otros cientos de familias, con el ejemplo ilustrativo de los hermanos de Mario, uno a Bilbao y otro a Alemania.



La minería



Tenemos presente el recientemente fallecido Salvador Cazorla Morales “el de Loles de Baltasar e hijo de Teodora”, que en enero de 1962 se plantó y se fue Suiza y pasó de ganar 1.800 pesetas en la mina a 7.500 de salario en la emigración. En la presentación de la obra se escuchó al cantaor de Sierra Cabrera (Turre) y admirado amigo Pedro Torres o al guitarrista Juan de Dios Santiago de Tabernas.



Pedro Antonio de Alarcón y José Echegaray ya descubrieron la importancia de la minería en el conjunto provincial, tal como recuerda en algunos de sus trabajos el reputado profesor Andrés Sánchez Picón, autor de La minería del Levante almeriense 1838-1930 y que estuvo en la presentación de Bédar.






A lo largo del tiempo, hemos descrito cómo mineros que se desplazaban en bicicleta para una dura jornada laboral se encontraban con algún guardia civil con iniciativa que les multaba caprichosamente porque el timbre no le funcionaba como le ocurrió al añorado minero Francisco Llorente o al médico Julio Raya por ser miembro de UGT en plena dictadura cuando con su bicicleta acudía a atender a los enfermos de Bédar. Lo peor fueron los accidentes mortales. Hubo un terrible suceso en Bédar con un muerto y seis sepultados durante varios días que tuvieron en vilo a toda la comarca.  Los periódicos El Liberal de Murcia con una crónica telegráfica, fechada en Vera el 23 de junio de 1906 y publicada un día después.  El Ferrocarrilico de Cuevas se hizo eco de la aportación de Pedro Flores Gómez desde Bédar.


La mayoría de medios culparon a la Compañía de Águilas de las malas condiciones de trabajo. El Radical de 24 de junio dio una amplia y detallada información con el siguiente relato de Juan Becerra: “Aún no se ha podido llegar al sitio donde se encuentran seis obreros sepultados a causa del desprendimiento ocurrido en la mina “San Manuel”, sita en las Cañaditas, de Bédar. Remotamente, se oye el eco de una voz y repetidos golpes, que entre los mineros se llama retreta, pidiendo auxilio dos días va y manifestando que están vivos. Hasta hoy, dos de la tarde, todo ha sido inútil; la actividad desplegada por los capataces, el alentar fatigoso de los trabajadores dedicados al salvamento, las órdenes dadas por el Juzgado, los medios, en fin, puestos en práctica con tan plausible objeto. Todavía se encuentra la entrada de la mina atestada de gente ansiosa de ver aparecer los sepultados. Los padres, esposa e hijos no cesan de llorar y suspirar; sus gargantas, completamente roncas, no se prestan a seguir gritando. El cuadro tan desconsolador a que me refería en mi información de ayer continúa presentando la misma nota de tristeza y desesperación; nada ha cambiado, a no ser que la posibilidad de vencer las dificultades que existían el día anterior.


Accidentes

En vista de este siniestro, los ánimos se hallan consternados y la protesta aumenta entre los obreros, que tan preciosa prueba de solidaridad están dando. Todos convienen en que las malas condiciones e inseguridades conque se plantean los trabajos, la pésima situación en que se encuentra esta mina, había de dar tan desastroso y lamentable resultado, por cuya causa se rebelan a seguir trabajando mientras no venga una inspección que obligue a estos mismos patrones a considerar en cuanto vale la vida de un hombre que tiene que trabajar si quiere existir, poniendo las labores en estado de poder desarrollar las energías que tan vilmente explotan”.


Este descontento que reina en todos los espíritus está sobradamente fundado en la razón; yo he tenido tiempo de apreciarlo oyendo las quejas de los mineros, los cuales me han contado la forma. Los niños sacan el mineral a la superficie desde una profundidad de 60 a 80 metros, semejando a un minúsculo hormiguero, recorriendo estrechísimas y oscuras galerías, subiendo y bajando por trancadas que dan vértigo, llevando sobre sus espaldas una espuerta con un quintal de hierro, y vestidos solamente con una camisa de lienzo. Los hombres, desnudos completamente desde la cintura para arriba, multiplican sus esfuerzos arrancando el negro mineral por espacio de doce y catorce horas diarias, sin temor al peligro, respirando el insano ambiente que ha de consumir sus pulmones cubiertos de polvo y bañando el suelo con el sudor que arrojan sus poros. Unos y otros parecen verdaderos hijos de la tierra, verdaderos luchadores por la existencia, dignos de que unamos a la suya nuestra más solemne protesta. Pondré a usted al corriente de lo que resulte, en definitiva”. Y la firma del informador Juan Becerra, Cañadicas de Bédar, 22 junio de 1906. Un relato que va más allá de la crónica de sucesos. 


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