Las edades del hombre (I)

No se trata de la edad biológica, ni psicológica, sino la estética, la de acumulación de grasa

¡Ay, las edades del hombre!
¡Ay, las edades del hombre! La Voz
Ricardo Alba
07:00 • 05 ago. 2018

Una vez en la vida, al menos una vez, sería de obligado cumplimiento para todos los escolares españoles visitar el Museo de la Evolución Humana de Burgos. Aprenderían sobre el terreno el por qué, el cómo y el cuándo de nuestra existencia, de la presencia humana en la tierra. Ya puestos, sería conveniente, culturalmente hablando, se dieran una vuelta por el monasterio de Santa María de Valbuena, perfecta muestra de la austeridad del Císter, amén de sede permanente de la Fundación Las Edades del Hombre desde el año 2002.



¡Ay, las edades del hombre! No me refiero a la cronológica, tampoco a la psicológica, ni a la biológica. No, se trata de la edad anatómica, por mejor decir la edad estética, esencialmente la edad de acumulación de grasa en la zona abdominal. Sea cual fuere la edad biológica del ser humano hombre, la concentración grasienta en el área umbilical y sus alrededores nunca mejor dicho, es percibida por uno mismo en distintas y variadas realidades. Uno de esos momentos se advierte al doblar la cintura para ejecutar la lazada de los cordones de los zapatos. La respiración se agita, ¿cierto?



Ya, ya sabemos que las tabletas abdominales marca Cristiano Ronaldo están ahí. El ser humano hombre las tiene, solo que tapadas. Tampoco es cuestión de presumir de ellas a toda hora, máxime en esta época veraniega. Poner a la vista de los demás los abdominales esculpidos, es sumamente presuntuoso aliñado con un punto de exhibicionismo que a la redonda edad volumétrica no tiene sentido. Puestos en este estado de gracia orondo, no sabe uno en qué momento, con el cuerpo totalmente recto, dejó de verse los pies al inclinar la cabeza y pegar la barbilla con el pecho. A la vista queda una protuberancia de botones con un, generalmente, ahuecamiento entre botón y botón que deja a la vista parte de la faja abdominal, también generalmente peluda. 



El flotador adiposo es para algunos seres humanos hombres un impedimento a la hora de sentarse a la mesa. Por más que se acerca el asiento, no llega al centro. Es como si un esponjoso apéndice hiciese de muelle, de ahí que sea más cómodo el acodamiento en la barra del bar: permite la postura de perfil, la cañita está al alcance de la mano. En absoluto está demostrada científicamente esta opción, de lo que no hay duda es de que el brazo no crece, por lo tanto, algo habrá.



La ropa, con especialmente señalamiento al pantalón, encoge. Al menos así lo cree el ser humano hombre con ‘pancita’. El intento de ajustarse el pantalón preferido, todos los seres humanos hombres tenemos uno, es en vano. El botón queda lejos del ojal, la cremallera sube apenas un par de dientes so pena de arruinar el deslizador. La prueba de la inspiración profunda, como que tampoco da el resultado apetecido: la distancia entre ojal y botón es imperceptible, y la cremallera, pues eso, que le saltan los dientes. Cuando con todo y con esto, el ser humano hombre consigue embutirse un pantalón dos tallas menos, el resultado es lamentable: la adiposidad desborda, el resuello es insoportable, la tira del pantalón parte en dos dolorosamente las llamadas partes nobles. Un desastre.



La prueba del nueve es el ‘slip’, o sea, el calzoncillo. El ser humano hombre no va por ahí comprándose calzoncillos de tallas acordes al crecimiento perimetral, no. Lo normal es usar los de siempre. Lo normal también es endosarse uno limpio cada día. Y esto no viene a humo de paja. Bien, cuando el elástico del calzoncillo se dobla sobre si mismo, salta la alarma. ¿Pero esto qué es? Que no da más de sí. Es entonces el momento del propósito de enmienda incumplido una y otra vez. Es más, llega el momento que el elástico del calzoncillo no se pliega, se enrolla. Adquiere el grosor del borde de las pizzas o de la ‘morcilla’, un relleno que cuando entonces la mujeres mojaqueras más delgadas se anudaban a la cadera a modo de relleno para simular unos kilos de más, bastante atractivos para la época. 



La edad morfológica en el ser humano hombre, endomorfo o edad-talla redonda, dígase como mejor se guste porque este master no va a pasar por la Universidad Rey Juan Carlos, trae a mal traer a quienes padecen ‘inclinación a la obesidad’ y ni mucho debería de ser así. Veamos, dicen expertos lo siguiente, así tal cual: “¿Se sienten irremediablemente atraídas las mujeres por los seres humanos hombres con panza? Puede haber una razón científica que lo justifique: los hombres con panza son mejores amantes”. ¡¡Toma yaaa!!!



Item más: para los seres humanos hombres a los que afecta psicológicamente llevar ‘tripita’, que los hay, valga de mísero alivio que actores guapetones y famosos, tales que Leonardo DiCaprio, John Travolta, Matt Damon, Russell Crowe, Keanu Reeves o Ben Affleck, lucen un engrosamiento de contorno realmente serio, y ahí están, tan felices. O eso parece.


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