La familia de la Casa MacAndrew

Los Cuenca dirigieron una de las grandes sucursales del transporte marítimo

Eduardo de Vicente
20:42 • 25 dic. 2023

Fue en 1908, a los diecinueve años de edad, cuando Gaspar Cuenca Benet entró a trabajar en  la prestigiosa casa MacAndrew, una de las compañías de transporte marítimo más importantes de Europa que contaba con una extensa flota de barcos que llevaba mercancías y pasajeros a los principales puertos de Inglaterra. En aquellos primeros años del siglo veinte, la compañía inglesa tenía establecida la oficina principal en Barcelona y contaba con sucursales en los puertos de Denia, Málaga, Valencia, Bilbao y Almería. Cuando Gaspar Cuenca  ingresó en la agencia, las oficinas estaban instaladas en la casa donde actualmente se encuentra el Hotel Catedral. En el piso alto vivía el que era entonces director, don Fulgencio Spa Alonso, que junto a su esposa se quedó con la concesión de MacAndrew cuando la casa Roda, los primeros consignatarios de la firma, se vino abajo.




Gaspar Cuenca fue aprendiendo todos los secretos del comercio marítimo hasta llegar a alcanzar el puesto de director gerente de MacAndrew en Almería.  Al frente de la misma vivió años de esplendor y tiempos duros, como los de la gran depresión. A pesar de la crisis económica que siguió a la crisis de 1929, los barcos de MacAndrew siguieron haciendo buenos negocios desde el puerto de Almería. Los buques, llenos de uvas, naranjas y almendras, llegaban a los puertos de Londres y Liverpool. Desde septiembre a Navidad, el comercio era intenso y ocasionalmente también se incluía en la carga partidas de corcho, que se obtenía de la finca que el terrateniente don Agustín Baeza tenía en el paraje de la Molineta. Dos de los buques más importantes de los que operaban en el puerto de Almería, el ‘Velázquez’ y el ‘Valdés’ eran mixtos, por lo que además de la carga frutera llevaban también pasajeros de un destino a otro.




1929 fue también un año de cambios para el consignatario y su familia. Ese año los Cuenca se trasladaron de domicilio. Dejaron la vivienda de la Plaza de la Catedral donde estaba instalada la oficina de la casa MacAndrew y se fueron a vivir al número dos de la calle de Gerona, a un caserón fantástico al que se accedía desde la calle por una rampa de cinco escalones. La casa, propiedad del empresario Antonio González Egea, la alquilaron por cinco duros al mes, y estaba deshabitada porque nadie se atrevía a ocuparla al estar al lado de la vivienda del abogado Churruca, un personaje célebre en la Almería de aquellos años al estar considerado como un gafe auténtico. Cruzarse con Churruca causaba espanto y las hijas de la familia Casas, cuando regresaban de pasear por las tardes, evitaban pasar por su puerta para no tener un mal encuentro.



De él se contaba que una vez se dejó olvidado un bastón en un barco y cuando llamó a la compañía para pedir que recuperaran su bastón, recibió la noticia de que el barco se había hundido. Había médicos que no querían verlo por sus consultas y era tanta su mala fama que cuando alguien lo veía aparecer por una esquina, gritaba el nombre temido: “Churruca”, para que la gente se agarrara al primer hierro que tuviera a mano y así espantar el mal fario.




A pesar de la proximidad de Churruca, la vivienda de la calle Gerona fue un regalo para los cuatro hijos de la familia Cuenca, que se pasaban las horas muertas asomados a los dos balcones de pecho de paloma desde donde veían toda la vida que pasaba por la calle de Gerona y la Plaza Circular. La casa tenía un gran patio enlosado con mármol y un enorme salón donde en las fechas señaladas se organizaban bailes a los que acudía lo más granado de la sociedad almeriense. Tenía un patio de luces con cristaleras de todos los colores que se encendían y se apagaban según la posición del sol. Gaspar Cuenca Casas, el único hijo varón, cuenta que en los días de la guerra civil tuvieron que pintar los cristales del patio de luces de azul oscuro para evitar que los aviones vieran la luz del interior de la casa. Allí estuvieron viviendo hasta febrero de 1937, cuando a bordo de un destructor inglés, la madre, Encarnación Casas Arevalo y sus cuatro hijos salieron de Almería rumbo a Gibraltar para unirse con el padre que se había refugiado en Inglaterra a los pocos meses de estallar la guerra.



Al estallar la guerra civil todos los consignatarios salieron huyendo de Almería. En aquellos meses, septiembre y octubre de 1936, el puerto estaba lleno de barriles de uva que se habían ido acumulando para la exportación. Las autoridades republicanas que dirigían la ciudad llegaron a un convenio con MacAndrew para que trajeran cinco barcos de Inglaterra y que se llevaran la uva. La compañía puso como condición que dejaran en libertad a Gaspar Cuenca, su director general, que se encontraba encarcelado en el convento de las Adoratrices, convertido en prisión. Los cinco barcos llegaron al puerto almeriense en noviembre y ese mismo mes empezaron a transportar los barriles hacia Inglaterra. Gaspar Cuenca aprovechó la salida del cuarto buque para marcharse a Liverpool, donde llegó el nueve de diciembre de 1936.





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