1962: La Feria del Cordobés

Vino a Almería como novillero, elevado ya a estrella por su aparición en el cine

El Cordobés en la Plaza de Toros de Almería el 22 de agosto de 1962. A su lado, el novillero ‘Caracol’.
El Cordobés en la Plaza de Toros de Almería el 22 de agosto de 1962. A su lado, el novillero ‘Caracol’.
Eduardo de Vicente
19:35 • 20 ago. 2023

Eran los primeros años 60, cuando la Feria se vivía con una solemnidad que se fue perdiendo a medida que convertimos la fiesta en un botellón colectivo. En 1962, la Feria ocupaba medio mes de agosto, ya que el ayuntamiento concedía a los feriantes el beneficio de poder abrir sus instalaciones  el día de la Asunción de María. Aquello era como un ensayo general: por la tarde, cuando se iba el sol, los almerienses bajaban a miles por el Paseo para darse una vuelta por el Real de la Feria y comprobar qué novedades había ese año: una noria más grande, un circo de fama internacional y un ramillete de tómbolas que entonces eran una de las grandes atracciones de las fiestas, como lo era la Caseta Popular o el Teatro Chino que cada agosto venía con sus vedettes más ligeras de ropa y que en 1962 nos trajo como principales artistas al grupo los Paquiros.



En el programa de Feria de 1962, los toros ocupaban un lugar importante. Para darle más realce, el presidente de la Comisión de Festejos, Enrique Estévez, tuvo la iniciativa de que en vez de los tres festejos que se celebraron en 1961, se diera uno más para darle más protagonismo a la fiesta nacional. La idea fue bien recibida por el empresario de la plaza, Manuel Martínez, que preparó cuatro carteles, con dos tardes dedicadas a los novilleros.



La de abrir boca no se trataba de una novillada más, sino de un acontecimiento de primer orden, ya que en el cartel aparecía como figura destacada un joven novillero llamado Manuel Benítez, apodado ‘El Cordobés’, que antes de tomar la alternativa como torero ya colocaba su nombre en lo más alto del escalafón taurino, gracias a una popularidad vertiginosa que lo elevó a mito antes de demostrar que de verdad podía ser uno de los grandes. 



El Cordobés, cumpliendo el sueño de tantos muchachos de la época, se hizo famoso cuando en 1957 se lanzó al ruedo de Madrid como espontáneo, y como el joven demostró ser un guerrero, como tenía hambre y ganas de triunfar, y como la fiesta necesitaba de mucha mitología para alimentarse, no tardó en convertirse en héroe y llenar plazas. Cuando en agosto de 1962 se anunció en Almería la novillada de El Cordobés, la noticia fue recibida con entusiasmo, sobre todo por ese sector de la afición que se sentía fascinado por la épica y la leyenda que rodeaba al torero. Unos meses antes, en abril del 62, se había estrenado en el Salón Hesperia la película ‘Aprendiendo a morir’, donde se contaba la vida de El Cordobés desde su infancia hasta su aparición como torero. De pronto, aquel valiente de Palma del Río se había convertido en cuatro días en figura del cine y en estrella de los ruedos. Así llegó a Almería, acariciando la divinidad, arropado por miles de entusiastas que coreaban cada pase como si en ese momento estuviera reinventando la fiesta. 



Todas las miradas y todos los autógrafos se centraron aquella tarde en El Cordobés, que  en el segundo novillo triunfó cortándole dos orejas. Al día siguiente, en la crónica del diario Yugo se destacaba que: “el público, atacado de sicosis cordobesista, armó la gran escandalera por el mal toro que le había correspondido en el primero”, pero que en el sexto, el joven diestro la armó, demostrando sus cualidades de “torero eléctrico, con una concepción no muy ortodoxa del arte de torear, pero de una emoción extraordinaria”.



La de 1962 fue la Feria de El Cordobés, la de los Festivales de España que se celebraban todavía en la Alcazaba a bombo y platillo, la Feria de las cenas y los bailes de lujo en el Casino, y la Feria de los coches de caballos, que en diez días ganaban para vivir medio año. Ir de la parada a la Alcazaba en carruaje costaba veinte pesetas entonces, un dineral.



Era la Feria de la Banda Municipal, que estaba en los toros, en la Cabalgata, en la Batalla de Flores y actuaba en el Parque y en el Paseo. Era la Feria del tren correo de Santa Fe, que retrasaba su salida de Almería hasta las dos y media de la madrugada, la Feria de las iluminaciones extraordinarias que le daban a la Alcazaba la importancia de gran monumento, que hoy, a oscuras, parece haber perdido.




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