¿Quién es más enemigo de Vox en Almería: el PSOE o el PP?

La matemática no siempre condiciona la política

Pedro Manuel de La Cruz
22:11 • 28 ene. 2023

El estruendo provocado en las últimas elecciones municipales con la llegada de Vox a algunos ayuntamientos de la provincia hace meses que empezó a perder contundencia. La irrupción con siete concejales en El Ejido, con tres en Roquetas y con dos en la capital hizo pensar que su presencia iba a lograr condicionar los tres gobiernos locales en los que viven más de 400.000 almerienses, casi el 60 por ciento de los habitantes de la provincia. El PP fue el partido mayoritario en esos territorios, pero sin alcanzar la mayoría absoluta. La aritmética en esos plenos imponía un condicionamiento en el que el partido de Abascal podía acabar imponiendo sus condiciones. Pero la matemática no siempre condiciona la política. Sobre todo si tu arquitectura ideológica está instalada en la melancolía de un pasado aniquilado por la realidad y a quien tienes enfrente es a tipos más pendientes de gestionar la realidad de cada día que de añorar épocas pretéritas que no sirven para nada. 



Ramón Fernández Pacheco, Gabriel Amat y Paco Góngora, desde la capital, Roquetas y El Ejido eran demasiado barco para tan apresurados aprendices de marinero. La bandera, la patria y la maldad bíblica de la izquierda son tres argumentos inútiles cuando de la gestión doméstica de la vida cotidiana se trata. Las arengas pueden engañar a los nostálgicos de la España imperial, pero no arreglan aceras, no levantan pabellones deportivos, no mejoran la calidad de los servicios públicos más cercanos a las personas y no desarrollan una ciudad o un pueblo. 



El ejemplo más obvio de esa incapacidad para gestionar las demandas municipales tuvo en El Ejido su muestra más reveladora. Mientras que a Amat y Pacheco el desarme de la estrategia de Vox solo les bastó con un esfuerzo de inteligencia táctica de primero de política, alejándose de acuerdos permanentes para buscar apoyos puntuales y jugando con la ambición de los que competían por estar en el gobierno municipal- que se lo digan a Miguel Cazorla cuando la actitud del concejal Pérez de la Blanca, de Vox, lo dejó fuera de juego los cuatro años-, para Paco Góngora la situación era más compleja.  



Vox tiene en El Ejido un granero de votos de grueso calado, cuantitativa y cualitativamente. Siete concejales fue una cosecha extraordinaria- aunque menor de la esperada- que condicionaba todo el mandato. No solo por el número de concejales, sino por los apoyos ´cualitativos´ que estaban detrás del número de actas alcanzado. Hubo pacto PP- Vox en El Ejido, pero aquello duró poco más que lo que duran dos peces de hielo en un sabiniano wiski On the rock. La inactividad de los concejales de la extrema derecha alcanzó tal nivel de incompetencia que Góngora acabó hastiado de ineficacia y de problemas. Buscó el apoyo del PSOE y lo encontró. El bastión más fuerte de la derecha en toda Andalucía quedó reducido a la nada y nadie vio perturbada su actividad, ni la gestión del municipio, ni la vida interna del ayuntamiento, ni- y esto es, quizá lo más significativo- los propios concejales de Vox a los que la gestión de las cuestiones municipales les traían al pairo. Y es que ya se sabe: las consignas y la gestión son como el agua y el aceite, imposibles de conjugar en la misma oración. 



El PP, con sutileza y sin estruendo, ha desarmado al ejército de Vox. Aquella arquitectura que algunos creyeron que amenazaría los gobiernos del PP en esas tres ciudades se derrumbó con la inconsistente levedad de un castillo de naipes. Javier Aureliano lo sabía desde el principio y, siguiendo la consigna de “pista al artista”, solo había que esperar para que las pretensiones iniciales de los de Abascal se estrellaran apenas andados los primeros pasos. 



Que nadie deduzca de las consideraciones anteriores que Vox va a desaparecer del mapa político que salga de las elecciones municipales de mayo. No va a ser así. Su voto es militante y de obediencia cuartelera. Sus votantes no buscan una mejora en la gestión municipal; cuando depositan su voto lo que expresan es la satisfacción efímera del desahogo. Por eso el día después de las elecciones es una fecha más en el calendario. Los esfuerzos que reclama la defensa de Dios, la Patria y el Rey son tan abrumadores que la cantidad y la calidad del agua que riega o abastece a un municipio, los jardines y los parques que lo embellecen, los servicios sociales que reciben los ciudadanos o, válgame el demonio del feminismo, la asistencia a mujeres maltratadas, son cuestiones de menor cuantía a las que no es preciso prestar atención. Qué pereza dedicarse a estos temas cuando se ama tanto a España que se ignora la calidad de vida y el bienestar de los españoles. 



El PP almeriense le tomó la medida a Vox incluso antes de la última noche electoral de las municipales de 2019. Han pasado cuatro años y ahí están los resultados.




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