El guarda que custodiaba el Mesón Gitano

Ni la presencia del vigilante pudo frenar las actuaciones de los grupos de vándalos

Una de las cuevas del Mesón Gitano fue habilitada como vivienda para el guarda del recinto, un vecino del barrio.
Una de las cuevas del Mesón Gitano fue habilitada como vivienda para el guarda del recinto, un vecino del barrio.
Eduardo de Vicente
20:41 • 09 oct. 2022

Luis Batlles invirtió diez años de su vida en un proyecto inacabado. Diez años soñando con terminar el Mesón Gitano, hasta que tuvo que dejarlo porque al final iba a ser el Mesón Gitano el que iba a acabar con él. En vida, me contaba que el Mesón le quitaba el sueño, que no recuerda ningún día en el que no surgiera ningún problema, y que la falta de un proyecto serio de recuperación de aquel entorno por parte de las autoridades,  acabó minando todos los esfuerzos y todas las inversiones que allí se hicieron.



El Mesón Gitano brillaba como un diamante en la ladera principal de la Alcazaba. Había nacido para ser uno de los puntos de referencia para el turismo que a mediados de los años sesenta empezaba a pisar nuestra tierra. Nos habíamos convertido en un plató natural de cine, teníamos toda una costa por descubrir, pero en la ciudad no había hoteles modernos y el único atractivo cultural que le podíamos ofrecer a los visitantes era la Alcazaba, que estaba recién remozada.



La idea de Luis Batlles fue aprovechar el tirón de las murallas para poner en valor toda aquella ladera que estaba convertida en un páramo infecto sembrado de cuevas y rodeado de pencas, donde algunos vecinos del Reducto iban a hacer sus necesidades. La cara principal de la Alcazaba contrastaba con aquella falda de miseria que contaba la realidad de una ciudad que no terminaba de dejar atrás el estigma de la pobreza.



La construcción de todo el complejo del Mesón Gitano transformó el viejo huerto del Sereno. Aquel erial lleno de matas y de cagadas se convirtió en una espléndida urbanización donde la vegetación y el tipismo se daban la mano para componer una estampa que nada tenía que envidiar a otros rincones de renombre de Andalucía. 



Pero los problemas formaron parte de la existencia del Mesón Gitano y estuvieron presentes sin tregua a lo largo de una década. Cuando las casas y el hotel estuvieron casi terminados, cuando las flores adornaban el cerro y la belleza del lugar competía con la majestuosidad de las murallas de la Alcazaba, las incursiones nocturnas de los vándalos de los barrios limítrofes empezaron a minar el invento. Se había saneado aquella ladera inmunda, pero no se había limpiado de cafres el distrito. Había quien subía a escondidas a ver lo que se podía llevar, aunque fuera un ramo de rosas o una bombilla. Había quien dejaba allí su cagada como el que echa un garabato en un papel en blanco, y había quien profanaba las cuevas buscando algún tesoro.



Luis Batlles tuvo que recurrir a un vigilante y habilitó una de las cuevas del complejo como vivienda y garita a la vez. El guarda del Mesón Gitano tenía que lidiar a diario con lo mejor de cada casa, con toda aquella aristocracia que subía del barrio de la Joya creyendo que el lugar le pertenecía. A medida que fueron pasando los años, la situación fue empeorando. 






A comienzos de los setenta el guarda tenía que echar horas extras para vigilar el recinto y se veía  impotente para custodiar todos los flancos. En esos tiempos conflictivos se echó en falta el apoyo institucional. 


El Mesón Gitano había crecido demasiado. Su promotor no disponía de los recursos suficientes para darle vida y tampoco para garantizar la seguridad dentro de sus instalaciones. Allí rodaron películas, allí vinieron personajes importantes y allí se desvanecieron los sueños de un empresario emprendedor que acabó traspasando el negocio.


En los momentos más delicados la ciudad tampoco quiso hacerse cargo del Mesón Gitano. Desde el Ayuntamiento se miró para otro lado y los almerienses pudieron asistir al declive vertiginoso de toda aquella tramoya que  fue desvaneciéndose semana tras semana, como si un tornado hubiera pasado por sus instalaciones. Desaparecieron las flores, las luces, la pintura que adornaba las cuevas, y las pencas y las cagadas volvieron a reinar a sus anchas.


Temas relacionados

para ti

en destaque