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“El éxito es la culminación de un deseo, de un esfuerzo del trabajo realizado”
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“En los 80 la vida iba muy rápido, unos habrán caído... yo me he salvado”
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“La velocidad de la información es una maravilla, al momento en el móvil“
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“Los balcones están siendo una puerta a la esperanza, una métafora de la vida”
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“Ahora que soy mayor estoy repitiendo lo que vivía de niño cantando y bailando“
Kitty y Domingo Vizcaíno se conocieron un martes en Nueva York, y al martes siguiente se casaron en ese ayuntamiento. Él, almeriense que marchó de su tierra en la década de los 50 en busca de un futuro mejor. Ella, norteamericana, fotógrafa en una sala de folclore español en la ciudad de los rascacielos. Han pasado sesenta años de aquello y el amor sigue como en aquellos días de diciembre.
Fue declarado 'inútil' para el servicio militar por tener los pies planos.
Sí, no hice la mili pero no era ningún inútil (se ríe). Mi padre emigró a Venezuela y nos enviaba dinero con el que vivíamos, pero no pude seguir estudiando. En la época de la dictadura éramos muchos los jóvenes de Almería que queríamos salir adelante; triunfar y hacer algo en la vida.
¿Quería viajar a Venezuela?
Intenté conseguir un trabajo para aportar un dinero a mi casa pero no fue posible. En 1953, con veinte años, era un buen momento para luchar. Era un joven muy despierto. Conseguí un pasaporte para estudiar un año en Londres, pero después debía volver a España, y yo lo que quería era viajar a Venezuela. Algo imposible desde aquí.
Lo poco que gusta la dificultad.
De la dificultad salen buenas ideas. Un día me presenté en el consulado español en Londres y pedí hablar con la secretaria del cónsul. Le comenté mi caso y me dijo: "Véngase el lunes que el señor cónsul estará con resaca y firmará todo lo que le pongan por delante" (se ríe).
Cuéntenos ya que pasó.
El lunes recogí el pasaporte en el consulado y había una nota que decía: 'Vaya a la página 7'. Y ahí ponía: "Autorizado para viajar a todos los países del mundo, excepto a la Unión Soviética y sus países satélites". Inmediatamente me comuniqué con mi padre, que me envió dinero para irme a Venezuela (ríe feliz).
El que la sigue, la consigue.
Me esperaban mi padre y gran parte de la familia. Me hicieron una fiesta de bienvenida y probé el café venezolano, que era entonces el mejor del mundo, y al día siguiente fui a buscar trabajo a un banco. Como hablaba inglés, di también clases a seis empleados de la oficina.
¿Hizo amigos pronto?
Allí todo el mundo estaba luchando por prosperar. Conocí a un políglota checoslovaco que dominaba los idiomas a la perfección. Tenía una licorería y nos hicimos muy amigos. Me propuso montar una buena cafetería en Nueva York. Allí hablamos con un abogado porque mi visa estadounidense vencía en 15 días y sólo tenía la opción de volver a Venezuela y regresar otra vez a N.Y.
¿Y por cuál opción optó?
Era un martes de diciembre y escuché a personas en la calle hablando en español de la sala 'El Chico'. Un lugar donde había un show flamenco. El director de la orquesta era un español llamado Enrique Vizcaíno; tenía el mismo apellido que yo. Nos hicimos amigos. Mientras me tomaba una copa se me acercó una chica americana que vestía un traje de aire español y llevaba una cola de caballo. Me hizo una foto. Fui a mi amigo y le pregunté por ella. Era 'la chica del guardarropa y la fotógrafa de la sala'. Le pedí que me la presentara y me advirtió que era una chica 'muy seria'.
¿Fue un impulso irracional o mariposillas en el estómago?
Ninguna de las dos cosas; no hubo ninguna excitación. Al despedirme, al final del espectáculo, quedamos al día siguiente para tomar un café. Hablamos durante una hora y media. Le conté por qué estaba en N.Y y ella me habló de su trabajo. Inconscientemente hubo una atracción mutua sin ninguna connotación sexual. Fui sencillo y franco. Volvimos a vernos al día siguiente.
El psiquiatra Rojas Marcos, que trabajó en Nueva York, dice que "Cuando el amor te llame, síguelo, aunque te lleve por senderos arduos y empinados".
Pues yo tenía que marcharme pronto a Venezuela y recordé esta poesía de Juan Ramón Jiménez: " Aquella tarde al decirle que yo me iba del pueblo, me miró triste; vagamente sonriendo me dijo: ¿Por qué te vas?". Entonces me interrumpió Kitty y me dijo: 'Cásate conmigo'. Y una semana después, al siguiente martes, nos casamos en el ayuntamiento de N.Y. Llevamos juntos 60 años.
Hoy el amor nace en Internet. Chico-chica, chica-chica, chico-chico pero, a veces, en la primera cita, hay una cierta decepción.
Es más real lo que me ocurrió a mí. Pero si hay decepción en la primera cita, hay que seguir intentándolo. En Internet hay conversaciones muy largas y sólo un instante en persona para reconocer si eso es amor verdadero. Hay que darse una nueva oportunidad.
Tradúzcanos la canción de Teddy Pendergrass, 'Love is the power'.
A mí el amor me dio poder para hacer muchas cosas. La fuerza, la compañía y la ilusión para vivir. Cuando regresamos a Almería en 1968 me metí en el negocio de la construcción. Ella me animó y aprendí todo del negocio; de ventanas, de ladrillos, de suelos... Kitty me ayudaba a entender todo eso. Tenemos una afinidad muy grande.
¿Llegó a montar la cafetería en N.Y?
No. Hice otras actividades y ayudaba a mi mujer en el revelado de las fotografías en la sala flamenca.
Ella no conserva su apellido de soltera.
Su apellido es Newman hasta que nos casamos, que cambió por Vizcaíno, pero allí la relevancia de la mujer es tremenda, y aquí ya empieza a parecerse. Hace unos días estuve en el banco; de diez empleados, ocho eran mujeres.
¿El hecho de no haber sido padres les permitió dar tres vueltas al mundo?
Supongo que sí. Ella trabajó en la compañía aérea Pan American y todos los trabajadores podían volar gratis en sus vacaciones a cualquier lugar del mundo. He escrito un libro titulado 'Cazando por el mundo. Vivencias', sólo para mi familia y mis amigos, y no olvido Angkor, en Camboya. Es un lugar misterioso donde los templos han sido devorados por la selva.
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