Almería seguirá dando ejemplo si no lo rompen algunos irresponsables

Pedro Manuel de La Cruz
07:00 • 17 may. 2020

Hay una frase de Martin Luther King que si, hace más de 60 años tenía vigencia, hoy es una exigencia ineludible para alcanzar la mejor meta aunque, paradojas de la historia, haya sido propiciada en la peor de las salidas: “Es posible- dijo el líder americano- que hayamos venido en embarcaciones distintas, pero hoy estamos todos en el mismo barco”. Pocas veces tan pocas palabras han reflejado mejor la situación de desasosiego e incertidumbre, de temor y desaliento por el que transita el mundo en las últimas semanas. 



Los cambios que está provocando la pandemia han venido para quedarse y su recorrido de modificaciones radicales en la sociedad actual solo son, hasta ahora, el prólogo de un libro que muchos pensaban que solo podría llegar a su final en quince años y al que, quizá, llegaremos en veinte semanas.



Pero si los cambios en el escenario global de la geopolítica o en el más doméstico de las relaciones económicas, los comportamientos sociales y las actitudes personales van a ser radicales, hay una circunstancia a la que no podemos renunciar si queremos que la desorientación y los temores de hoy no propicien un futuro más imperfecto aun de lo que las circunstancias actuales aventuran. Y esa circunstancia es la de asumir todos, desde los líderes políticos o económicos a los  últimos ciudadanos de la última aldea del mundo que la unión es la mejor arma frente al virus y que la desunión en la mejor arma del virus contra la sociedad. En lo sanitario, en primer lugar- sin salud no hay vida-, pero también en lo económico.



Almería, tan heterodoxa, tan desunida casi siempre, ha asumido, este principio irrenunciable y, prueba de ello, son los acuerdos, primero de protección sanitaria y después de reactivación socioeconómica, adoptados por unanimidad en la Diputación y algunos ayuntamientos, con el de la capital en primera línea. Esa debe ser la actitud, también, en los grandes municipios de la provincia y esa debería ser la actitud en la gobernanza de las comunidades autónomas y en la del Estado. En los primeros niveles, los más cercanos al ciudadano, la esperanza tiene argumentos sobre los que sustentarse. 



Pero, en el escenario de todo el Estado, las perspectivas se acercan al desaliento porque nunca una crisis tan grave fue gestionada, desde el gobierno y desde la oposición, por una clase política tan inmadura y tan adolescente.



Una inmadurez que, afortunadamente, no ha contagiado a las administraciones locales y provinciales y harían bien quienes la protagonizan en adoptar medidas preventivas para que el mal de la politización partidista no lo acabe contaminando todo.



Las decisiones del Estado marcan las grandes líneas del futuro, pero donde también se construye el porvenir es en el territorio más cercano al ciudadano. La provincia está haciendo bien los deberes en ese aspecto y como la estrategia sanitaria frente a la Covid-19 en las residencias de mayores, en los hospitales y en los centros de salud, también deberíamos aspirar a ocupar un lugar destacado entre las provincias que más han propiciado la recuperación socioeconómica. Hay que trabajar para consolidar esa posición.



Almería ha dado un ejemplo de como el enemigo más temible que sufre el mundo desde la segunda Guerra Mundial no ha sido capaz de hacerle perder su hegemonía en el liderazgo de la producción agroalimentaria europea. Continuemos recorriendo ese camino, y hagámoslo desde abajo, desde los municipios y desde la provincia. 


La historia de Almería ha estado marcada siempre por una acumulación de derrotas. Quizá haya llegado la hora de doblar ese cabo de las  tormentas y emprender el camino hacia convertirnos en una provincia de éxito. Tenemos fortalezas para ello. Siempre, claro, que los irresponsables que esta semana hemos visto comportarse como si el virus ya hubiera pasado aprendieran que no es así, ni muchísimo menos. Como decía el líder negro asesinado en Memphis, en este barco vamos todos y nadie puede abandonarse a ningún tipo de irresponsabilidad, porque quien lo pague no será él sino toda la sociedad. Nos estamos jugando el futuro; que ningún batallón de tontos de guardia lo eche por la borda.


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