En casa - Día 53

“En mi modestísima opinión, creo que nos estamos acostumbrando a los números”

\"Me deja en la puerta páginas de revistas, periódicos, semanales, que ella sabe que me interesan\".
\"Me deja en la puerta páginas de revistas, periódicos, semanales, que ella sabe que me interesan\". Pixabay
Ricardo Alba
22:46 • 08 may. 2020

Guardo en la memoria al juez Marchena presionado desde los cuatro puntos cardinales durante el juicio llamado del ‘Procés’. Aguantó. Guardaré en la memoria el hurto de saber quiénes van a decidir sobre mi vida, sobre nuestras vidas, en las fases del desconfinamiento. Argumenta el de todos los días que: “no les voy a dar los nombres de ninguna persona del equipo porque en todo este proceso las presiones que sufre cualquier persona de la que se da el nombre por parte de la sociedad en general y de los medios de comunicación en particular, acaba haciendo muy difícil que pueda trabajar con la suficiente libertad. Y se queda tan pancho. No hay decencia. Que yo sepa, la presión, la presión cierta y verdadera, la tenemos los ciudadanos en esta situación. En este punto le pido a Chris Spheeris que de rienda suelta ‘Enchantment’.



Tengo una amiga, Maite, que tiene un perro, Groucho le puso de nombre. Es un pequeño indicio del sentido del humor de Maite. Casi a diario los veo pasear asomado a mi ventana, no sin la duda de quien saca a quien. Maite es de las andarinas, ahora no, ahora limita sus caminatas a lo aconsejable en los horarios establecidos. De cuando en cuando se acerca hasta mi casa, me deja en la puerta páginas de revistas, periódicos, semanales, que ella sabe que me interesan. Solo por esto ya habría de quererla, si bien otras muchas de sus virtudes la hacen muy entrañable.



Aquí, en mi habitación, coloqué hace tiempo, mucho tiempo, una fuente de esas pequeñas, de interior, con todos sus condimentos: piedras de playa, musgo de sierra, en fin, no le faltaba de nada. En ocasiones la ponía en funcionamiento; era una delicia tomar un libro con el murmullo del agua de fondo. Poco a poco el sonido relajante se fue haciendo ruido. Un ruido desagradable. Venía del motorcito, de la bomba que impulsaba el agua. La apagué y ahí sigue, muda. Traigo este cuentito a que noto como del silencio absoluto estamos pasando al bullicio, a un pequeño alborotamiento del personal. Como si esto, lo del coronavirus, fuese cosa del pasado. Y no, desgraciadamente, no es así. El bicho brujulea sin descanso a la busca de carnaza.



En mi modestísima opinión, creo que nos estamos acostumbrando a los números. Hoy tantos, anteayer más, mañana quien sabe. Esto, para mí, es peligroso, no deja comprender la realidad. Hay que ver un cadáver para entender que no es un número. Cerraron las morgues, nos escamotearon el escenario de la pesadilla. Me recuerda en algo a la primera época de los primeros inmigrantes que llegaban en balsas a nuestras costas. Portadas a tutiplén. Después, el interés fue disminuyendo hasta quedar en nada. Digo ahora que con el coronavirus no suceda lo mismo, no lo miremos de reojo, por favor.



Viene de visita Tina Turner. ¡Por Dios, qué energía! Nada, amiga, lo que tú quieras. ‘Proud Mary’ a toda pastilla. Como yo, que sin dudarlo, me quedo en casa.






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