Una nueva muralla ha brotado en Almería

La mole del nuevo edificio sobre el arco de Braulio Moreno destaca en el paisaje del centro

El transeunte de la calle Braulio Moreno tropieza con la obra sobre el arco. Al lado, el bar Tropezón.
El transeunte de la calle Braulio Moreno tropieza con la obra sobre el arco. Al lado, el bar Tropezón. La Voz
Manuel León
21:33 • 02 may. 2024

A Almería, a la Almería antigua digo, le ha germinado una especie de almena de un castillo; como el baluarte del fuerte Comansi, no de madera sino de hormigón armado. Cualquier vecino que quiera comprobar estos días si han abierto al fin el arco de la calle Braulio Moreno se dará de bruces con un nuevo torreón junto al bar Tropezón, una nueva muralla que nos devuelve por un instante a la ciudad medieval rodeada de murallas y puertas, con las que acabó en última instancia un Orozco a mediados del siglo XIX. La obra respeta el arco castizo, que fue levantado para dar seguridad a la cárcel colindante y a la estructura del entorno tras el terremoto de 1804.






Este proyecto que se eterniza, que se ha llevado por delante varios comercios de esa calle como la frutería de Carlos, contempla la construcción de cuatro viviendas y un bajo comercial que da a la calle Real. La promotora es Diamond Discovery y la constructora Dumy y Sanda bajo la dirección del estudio de arquitectura Mapz y el aparejador Manuel Angel Pérez Zapata. Las obras que se iniciaron con la demolición del antiguo edificio en 2021,tenían inicialmente un plazo de finalización en diciembre de 2023, aunque se amplió posteriormente el plazo a diciembre de 2024. 



La calle Braulio Moreno con su placeta proletaria de Salvador Torres, se ha convertido desde hace tres años en un cepo para ratones. Por allí no hay quien pase, con un león de piedra pintado en la pared antesala del fondo de saco con el que uno se tropieza cuando quiere salir. No hay mejor nombre para el bar de al lado. Desde hace muchos meses, por tanto, con el arco más cerrado que el Convento de las Claras, la alternativa para vecinos y forasteros despistados es enfilar por la calle Solís, dejando atrás la casa donde dicen que vivió Espronceda, aunque nunca lo hiciera, o por la calle Violeta, continuando la calle Martínez de la Vega, dejando atrás, en un lateral el taller de Paco el ebanista. No hay más.



Desde que la máquina excavadora tiró abajo los antiguos seguros de Gregorio López Quesada, los vecinos se las prometieron muy felices, creyendo que de forma ecuánime se iba a adecentar la vieja manzana lindante con la antigua cárcel. Pero por ahora no se intuye el final del túnel para esta obra que se eterniza -como casi todo en esta ciudad cuando se trata de cemento y ladrillo- y que tiene en un brete a los ciudadanos, que se han quejado en numerosas ocasiones a la Asociación del Casco Histórico, cuya presidenta, Magdalena Cantero, ha trasladado en una carta las quejas vecinales al Ayuntamiento.



En su tiempo debió ser uno de los centros neurálgicos de Almería ese pasaje, rotulado antiguamente como calle del Emir, cuajada de figones y posadas marineras y con la cárcel al lado. Después se le cambió el nombre a Braulio Moreno, en honor a uno de los alcaldes más queridos de la ciudad, oriundo de Fiñana, quien remodeló el Paseo y fue nombrado Hermano Mayor de la Virgen del Mar. En sus tiempos de gloria, la calle albergó negocios antañones como el taller de relojería de la familia Viciana, el bar de la familia Barea o el estudio del pintor Antonio Robles Cabrera. 





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