El extraño caso del gran Benahadux

El vacío que había dejado la desaparición del Almería se llenó con el fútbol modesto

Equipo del Benahadux.
Equipo del Benahadux. La Voz
Eduardo Pino
07:00 • 25 feb. 2019

A comienzos de los años ochenta el fútbol almeriense vivía días de incertidumbre debido a la desaparición, en 1981, de la A.D. Almería, el club que a lo largo de una década había conseguido tocar el cielo llegando desde Regional Preferente hasta Primera División.




Cuando la capital se quedó sin su club representativo, hubo un porcentaje alto de la masa social del Almería que decidió retirarse del todo y marcharse del fútbol, pero también hubo  muchos seguidores de verdad que  se refugiaron en los equipos de barrio de toda la vida y en el fútbol modesto que se jugaba a nivel provincial. Fueron años de auge para equipos como el Pavía, que vivió una época dorada y para algunos equipos modestos de pueblo, que gracias a la aparición en escena de importantes mecenas, consiguieron hacer grandes plantillas.




Los jugadores de aquella época tenían gran mérito, ya que todavía no habían aparecido en escena los campos de hierba ni se conocía el invento de la hierba artificial y estaban obligados a trabajar en unas condiciones antidiluvianas, con campos de tierra llenos de agujeros, con vestuarios donde tener agua caliente era un lujo, y con hinchadas que de verdad eran el jugador número doce, y el trece y el catorce en algunos casos. Ir a jugar a determinados campos de la provincia era jugarse la barba en aquellos tiempos, teniendo en cuenta que en muchos escenarios a la guardia civil le faltaba meterse en el campo y marcar un gol.




A pesar de las adversidades, salieron grandes equipos y jugadores de un gran nivel que hoy podrían haberse ganado la vida vestidos de corto. Esa revalorización del fútbol primario dio como fruto casos sorprendentes de equipos que casi por generación espontánea se convirtieron en una referencia en la provincia. En este contexto habría que destacar el caso del modesto Benahadux, que de la nada se transformó en un grande gracias a un fútbol espectacular que se ganó el respeto de los aficionados.




Durante años se recordará en toda la zona del Bajo Andarax a ese equipo que marcó una época. No es una exageración hablar de galácticos, porque en su medida y en su contexto, aquellos jugadores lo fueron. El Benahadux reunió, casi por generación espontánea, a un grupo de jugadores inolvidables que coincidieron en la misma época y en el mismo equipo. La clave fue esa coincidencia: tantos y tan buenos futbolistas en un lugar concreto, en el mismo tiempo, en un equipo determinado. Aquel Benadux de 1983 sorprendió a todos los seguidores del fútbol modesto de la provincia. Era un equipo distinto, exageradamente ordenado, con una disciplina defensiva impropia de la categoría y un toque de alegría en ataque que marcab a diferencias con el resto. Practicaba un fútbol vistoso, contagioso, tanto que hubo aficionados de la capital, entre los que me incluyo, que seguían al Benahadux como a su segundo equipo.




La primera vez que vi jugar a este equipo quedé tan impresionado que llegué a desplazarme a Abla con tal de ver jugar al Benahadux. Recuerdo lo bien que trabajaban en defensa, siempre con ese punto de agresividad que transmitía uno de sus defensas, Solano, y la lucha continua de los centrocampistas, que además de presionar sabían tocar el balón. No es una exageración hablar de un Benahadux maravilloso que durante tres años estuvo entre los mejores de la provincia, llegando a imponer su ley también en aquella Preferente ruinosa con rivales de otras provincias, que tanto dinero le costó a los más modestos. De hecho, el Benahadux tuvo que renunciar a la categoría por no poder costearse los gastos.




En los mejores años, el Benahadux llegó a meter en su campo, el Jerónimo Rodríguez, cerca de cinco mil espectadores. Aficionados del pueblo y de las localidades próximas, llenaban el estadio cada domingo. La hegemonía del Benahadux duró hasta que otros equipos, con mayor proyección deportiva y más poder económico, se fijaron en sus jugadores.




Los grandes no tardaron en echar sus redes sobre los jóve nes valores de la cantera del Benahadux. Así, Castellón, un centrocampista que reunía calidad y capacidad de trabajo, fue traspasado al Polideportivo Almería, donde jugó varias temporadas. Gabi, un extremo que recorría la banda con una velocidad de vértigo, como si fuera en moto, también vistió la camiseta rojiblanca del Poli. Sola, Yurra, Miguel, Paco, también cambiaron de aires buscando mayor recompensa, y así, lentamente, aquel excelente grupo se fue desintegrando y con él, el sueño de una comarca.


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