Docentes en aulas hospitalarias: mucho más que un maestro

Los docentes y los niños ingresados crean vínculos que van más allá de la enseñanza

Los docentes, en primer término, sentados junto a uno de sus jóvenes alumnos.
Los docentes, en primer término, sentados junto a uno de sus jóvenes alumnos. Guillermo Mirón
Guillermo Mirón
07:00 • 02 nov. 2018

- “¿Cómo llevas el catéter?”. - “Bien”, responde Adolfo (nombre ficticio para preservar la identidad del menor)  mientras juega sin cesar con uno de esos  pequeños bombos de bingo presentes en muchas casas.  “Pero así me molesta un poco”, señala a continuación. La conversación que mantiene Adolfo, a sus diez años, en el Complejo Hospitalario Torrecárdenas no tiene lugar ni con su enfermera ni con su médico.






Habla con una de las docentes que desempeñan su labor en sus aulas hospitalarias. Acompañado por otros niños con edades entre los 3 y los 16 años, Adolfo se encuentra en una de las habitaciones repletas de dibujos en sus paredes  y de material escolar con el que cuentan las aulas  por las que pasan alrededor de 1.700 niños cada curso según fuentes de la Delegación de Salud. 



Momentos difíciles
Pero no son los colores ni los dibujos los que hacen que estos jóvenes se olviden (quienes son conscientes) de su situación pese al gotero con el que muchos acuden a clase, aunque también hacen su parte. Quien hablaba con Adolfo se llama María del Mar Vals y este es el cuarto curso que pasa en las aulas hospitalarias. 



Podría ser una maestra más  que acude a su centro cada día y se enfrenta a una clase llena de pupitres y libretas. En cambio, solicitó formar parte de este trabajo. “Me llamaba mucho la atención y estoy muy contenta”, asegura preguntada por su motivación. Tampoco oculta que los momentos complicados no le son algo ajeno. “Hay momentos muy difíciles. Cuando un niño está muy malo o cuando los adolescentes te cuentan problemas que te llegan”. A escasos metros, en el aula de Oncología y sentado en una mesa de baja altura se encuentra Javier López Gay, que explica las diferencias con una clase normal más allá de diferentes las edades aunadas.  



Aprendizaje mutuo
“Esta área depende mucho de los efectos de los tratamientos. Nos coordinamos con su centro, intentamos adaptar materiales...”, enumera antes de subrayar el papel “fundamental” de las familias. “Son situaciones extremas que ponen a prueba la capacidad de resistencia y de enfrentarte al miedo” valora en referencia al esfuerzo que realizan estas.



Una de las mayores diferencias con las aulas de cualquier colegio radica en que el aprendizaje no siempre se dirige en un sentido. “Aprendes a trabajar ante estados emocionales muy intensos y a enfocar la educación desde otra perspectiva. Priorizas que el niño piense lo menos posible en su enfermedad, que salga de su habitación... Y si para eso tienes que dejar a un lado el currículo, lo dejas”. Advierte que cada cuatro o cinco años cambia de lugar de trabajo pero enseguida reconoce que aquí está “encantado”. “Establezco unos lazos emocionales y afectivos muy estrechos con los niños y las familias, porque al final tu función va mucho más allá de ser maestro”. Una consideración que comparte María del Mar Bautista, la docente que, tres plantas más abajo, se encargada de la Unidad de Diálisis Infantil. “Esto no es una clase”, advierte al entrar. Salta a la vista. En lugar de juguetes hay dos camas a las que, cuando están ocupadas, se les acerca una mesa móvil para que los niños puedan hacer la tarea. 



Rutina diaria
 “Lo primero que hacen es desayunar recién iniciada la diálisis, entonces estoy aquí, en medio de las dos camas,  atendiendo a unos y otros”, detalla. El aprendizaje no se queda en los maestros y los niños. “No solo educamos a los niños que tenemos aquí si no a la sociedad en general. Una niña hizo una campaña de donación brutal. Eso también es educar”. ¿Y cómo afecta a estos maestros que la salud de un alumno empeore? “No te endureces. Puedes establecer una línea pero a veces no sabes donde está... Pero es muy gratificante. Para mí es una maravilla”, resume emocionada. 


De vuelta a la tercera planta, Elisa Bernárdez atiende a niños con enfermedades graves. “Es un grupo especial porque vienen a menudo. Mi misión es llamar a su centro  y procurar que no pierdan contacto con sus estudios. Pero lo primero es intentar que su estado emocional sea tranquilo, evitar el agobio que les produce ingresar”, asevera.  A Alejandro Magno se le atribuye la cita que afirma: “Estoy en deuda con mi padre por vivir, pero con mi maestro por vivir bien”. Más que aplicable, a pesar de todo, a la labor de estos docentes.


Plan para romper el aislamiento y apoyo de Argar

Los hospitales de la provincia cuentan con aulas hospitalarias en Torrecárdenas, Huércal-Overa y El Ejido. Además de la diversa ayuda que reciben de la asociación Argar, están involucrados en un Plan de Apertura en el que se invita a colegios a los que pertenecen niños ingresados para que disfruten de actividades junto a sus compañeros, entre otros eventos puntuales que celebran.




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