El angosto puente de los nueve ojos

En 1877 el gran puente de Rioja era ya una realidad sobre el cauce del río Andarax

El puente de rioja fue una gran obra que acabó siendo un punto negro en el tráfico debido a su estrechez.
El puente de rioja fue una gran obra que acabó siendo un punto negro en el tráfico debido a su estrechez. La Voz
Eduardo D. Vicente
13:28 • 22 abr. 2018

Íbamos al puente de Rioja  y en la pendiente del cerro principal que lo preside nos situábamos de forma estratégica para ver pasar los ciclistas de la Vuelta a España. En aquellos tiempos, eran los primeros años setenta, cruzar el puente era como atravesar una frontera formada por el viejo cauce del río Andarax en toda su grandeza. 



Íbamos a Rioja porque allí podíamos contemplar mucho mejor al pelotón, que cuando llegaba al comienzo del puente se alargaba como una serpiente de colores y lentamente atravesaba aquella pasarela estrecha que nos devolvía al menos un siglo atrás. Qué extraordinario espectáculo: la grandeza del paisaje, con el viejo puente de los nueve ojos y el río seco rodeado del esplendor de  los naranjos, y arriba, el pelotón y su comitiva alejándose camino de Murcia.



Los domingos, cuando salíamos de excursión en el coche de mi padre buscando las soledades de los campos lejanos, pasar por el puente de Rioja nos recordaba que seguíamos estando en la Almería aislada de siempre, que nuestras carreteras seguían siendo caminos, tal  y como no se cansaba de repetir mi padre cuando se veía obligado a detenerse a la entrada del puente porque ya se había metido un camión y en el carril no había sitio para dos vehículos. 



A mí me gustaba aquel puente tan lejano en el tiempo, atravesarlo en coche tenía algo de aventura para los niños, cuando mirar hacia abajo te daba vértigo, cuando llegar a la otra orilla te causaba un alivio parecido a cruzar en tren el temido puente de Santa Fe



Entonces desconocíamos la historia de aquel puente majestuoso que nos enseñaba sus nueve ojos desde la distancia. Su construcción, en el siglo diecinueve, fue un gran avance para los pueblos de aquel tramo de la ribera del río. Significaba unir Benahadux con Rioja y a la vez conectar por una carretera a salvo de las avenidas Almería con la comarca de levante y Murcia. El proyecto corrió a cargo del ingeniero Agustín García Carmona, el mismo que a comienzos del siglo veinte hizo el estudio para que Almería tuviera un tranvía urbano.



Las obras del puente de Rioja comenzaron en 1873 y se prolongaron durante cuatro años. Se trataba de una construcción grandiosa: más de novecientos metros de longitud y nueve vanos asomándose al río como nueve ojos de gigante, una creación imprescindible para evitar que en los días de lluvias torrenciales, que entonces eran frecuentes, los vecinos se quedaran incomunicados. A pesar de la necesidad del puente también sufrió críticas durante los años que duraron los trabajos de ejecución debido a lo costosas que fueron las obras. En diciembre de 1877, los braceros de Tabernas, que eran cientos, se presentaron ante el Gobernador civil para presentarle sus quejas por la suspensión, por falta de pago,  de las obras de la carretera a Puerta Lumbreras, que tantos puestos de trabajo daban,“mientras se invierten grandes cantidades en el puente de Rioja, obra monumental necesaria solo para un día de avenida”, criticaban los braceros en su escrito.



La terminación del puente fue un alivio para las poblaciones cercanas. En noviembre de 1884, las lluvias continuas y severas que padeció la provincia hicieron estragos en la comarca, especialmente en la carretera de Benahadux, que quedó destrozada cinco años después de estar abierta al público. El puente de Moreno, situado a poca distancia de Tabernas, fue arrastrado por las aguas, desapareciendo dos ojos de los tres con los que contaba. Se dijo entonces que no se recordaba haber visto la rambla de Tabernas  con una cantidad de agua tan considerable ni con tanto ímpetu que en su desbordamiento fue arrastrando pagos enteros situados a una y otra margen. La altura del río llegó a ser tan importante que al paso por debajo del puente de Rioja llegó a alcanzar los diez metros. Se habló entonces de la tragedia que hubiera supuesto para Rioja el no haber contado con ese gran puente que resistió el  empuje de las aguas y evitó que las poblaciones se quedaran aisladas durante varias semanas. 



El puente de Rioja ha sido también, a lo largo de su historia, un lugar de paseo para los vecinos del lugar, que en los días de fiesta tenían por costumbre llegar hasta la curva caminando. Para los que de vez en cuando cruzábamos por aquel paraje, el puente tenía además el aliciente de contemplar  la figura del toro de Osborne en el cerro que lo coronaba. Era una ilusión, para los niños de entonces, aproximarnos al sitio y desde la distancia descubrir la estampa negra del toro sobre la aridez del paisaje. 


También nos causaba emoción, al cruzar por la entrada del puente, ver los viejos muros de la espléndida finca del Marqués del Cadimo, personaje que contribuyó a la construcción del puente cediendo una parte de sus terrenos.


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