Durante cuatro intensos días, el corazón de la Alpujarra almeriense ha latido al ritmo del fervor popular, la música de charangas y el repique emocionado de las campanas. Canjáyar ha vuelto a vivir sus Fiestas en honor a la Santa Cruz del Voto, una celebración que no es solo devoción, sino también identidad, alegría y arraigo.

El pueblo amaneció el primero de mayo con aroma a chocolate y churros en la residencia ‘San Antonio Abad’, un gesto dulce y cálido para empezar la fiesta cuidando a quienes más han cuidado. Después, la tradicional ofrenda floral llenó la iglesia de color, pétalos y promesas. Por la noche, la gala de coronación de reinas y reyes fue puro orgullo local, con un emotivo homenaje a Doña Antonia Garrido Vergel y Juan José Fornieles Gallardo, y el pregón vibrante de Jorge Martínez Fornieles, que arrancó aplausos y alguna que otra lágrima.

El viernes fue de los niños y de las risas. Entre trajes coloridos y el ritmo festivo del pasacalles ‘Príncipe Alí’, Canjáyar se volvió un cuento ambulante lleno de carrozas. Pero fue el sábado cuando el alma del pueblo se recogió en silencio devoto. A las 21:00h, la Santa Cruz, llevada con mimo por el Ángel, recorrió las calles hasta el templete de la Cruz Blanca, bajo un cielo que se iluminó con fuegos artificiales.

Este domingo, la Santa Cruz y San Antón han sido llevados en procesión hasta la ermita del Cerro de San Blas. Aún quedaban la carrera de cintas y la última verbena que puso el broche de oro.

Porque en Canjáyar, cuando la Santa Cruz sale a las calles, el tiempo se detiene y el alma se enciende.