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Motor

Desde Almería al desierto: Más de 300 Fiat Panda se lanzan a una aventura de 3.000 kilómetros

Los competidores de la Panda Raid embarcan en el puerto rumbo a Marruecos tras su etapa de verificación en Almería

Víctor Navarro

Víctor Navarro
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Al rededor de 400 Fiat Panda llegados de toda España y algunos puntos de Europa se se embarcan este sábado 12 de abril a las 7:00 horas en el puerto de Almería rumbo a una aventura en el desierto. Después de haber pasado, el día anterior, la jornada de verificación en la explanada frente a los hoteles de El Toyo, donde los pilotos revisaban los motores de sus ‘macchine’ y superaban los últimos controles de los jueces, los participantes de la Panda Raid.

La edición de 2025 promete ser un desafío de gran calado. Equipos de todo el continente se reunían en Almería con un único objetivo: atravesar más de 3.000 kilómetros de desierto, dunas, montañas y caminos sin asfaltar en un Fiat Panda o un Seat Marbella, modelos icónicos de los años 80 y 90.

A lo largo de toda la jornada de verificación, la explanada se convirtió en un ir y venir de Fiat Pandas y Seat Marbellas. Algunos, ya con sus motores rugiendo que apenas requieren ajustes, mientras que otros, con un aire más fatigado precisaban ajustes y cuidados.

Las llantas originales de 13 pulgadas, los cubrecarteres y los tubos de escape snorkel son los requisitos imprescindibles para que estos vehículos, de más de 30 años en muchos casos, puedan participar en la que es, sin duda, una de las pruebas más curiosas del automovilismo: Un Dakar en pequeñas dimensiones, dirían algunos.

Un coche sin detalles, pero equipado para el desierto

Este año, la 17ª edición de la Panda Raid ha tenido que adaptarse a un calendario algo inusual debido a la celebración del Ramadán en marzo. Como resultado, los participantes se enfrentarán a temperaturas más altas de lo normal durante la prueba. Pero no hay miedo en los rostros de los aventureros. Los preparativos siguen adelante con la misma pasión de siempre, aunque, como es habitual, los coches ya comienzan a mostrar signos de fatiga. Al fin y al cabo, estos vehículos, diseñados en su época para la clase media, han pasado por los años y las vicisitudes del tiempo, pero su corazón sigue latiendo con fuerza para atravesar desiertos y dunas.

Es interesante ver cómo, durante la verificación, muchos participantes se han encontrado con imprevistos mecánicos, lo que ha generado cierta actividad en algunos talleres de la capital y situado un pensamiento de pseudoprecupación en sus mentes: ¿podrán completar la prueba? Pero en realidad, esa incertidumbre es parte del encanto de la Panda Raid, y todos los que se embarcan en ella lo saben bien.

Veterano y novata de Roquetas en la Panda Raid

Germán y Rocío, de Roquetas de Mar, son un ejemplo perfecto de esta mezcla de ilusión y desconfianza. Germán es un veterano en la Panda Raid, con cuatro ediciones a sus espaldas. Conoce bien los imprevistos y los accidentes que ocurren en el desierto. Ha roto motores y bombas de agua en ediciones pasadas, pero esos imprevistos, lejos de desanimarlo, son parte de la esencia de esta aventura. "Lo importante no es solo llegar, sino disfrutar del camino", , dice mientras ajusta el motor de su Fiat Panda, adquirido en 2017 a un hombre de 70 años de la provincia de Cáceres, que lo vendió con apenas 70.000 kilómetros.

"El coche venía con una cestilla para ir a recoger setas. Yo le he añadido una nevera camperizada de una furgoneta que tengo, porque vamos a necesitar todo lo necesario para soportar los seis días de ruta", explica Germán mientras retira los asientos traseros del coche para hacer espacio para el equipo.

Rocío, en su primera participación, observa con curiosidad y algo de nerviosismo. "Es mi primera vez, pero Germán me ha contado tanto sobre la experiencia que ya siento el veneno en la sangre", comenta mientras da un vistazo a su vehículo, que también ha sido preparado con esmero para la aventura.

Víctor Navarro

El ambiente en la jornada de verificación fue especialmente emotivo, pues muchos de los participantes han tenido que esperar más tiempo del habitual para poder cumplir su sueño. La edición de 2020 fue suspendida por la pandemia del COVID, lo que dejó a muchos con una espina clavada. Y ahora, por fin, la 17ª edición les brinda la oportunidad de salir al desierto. "Este año el ambiente es diferente, hay una sensación de ilusión palpable", comenta un grupo de italianos que se preparan para iniciar la travesía.

La Panda Raid es más que una simple carrera. Para muchos, es una prueba de resistencia, un desafío al que se enfrentan con un coche diseñado, a priori, para un uso mucho más modesto. Muchos de los participantes, como Germán, explican cómo el Fiat Panda, que en su día fue el coche de la clase media popular, ha pasado a convertirse en un verdadero objeto de culto. "Encontrar un Panda a la venta es una misión casi imposible", afirma Germán, mientras acaricia el capó de su coche, que se ha convertido en su fiel compañero de batallas. "Es increíble pensar que este coche, que a primera vista parece frágil, pueda enfrentar una prueba tan dura. Pero en eso radica su encanto", añaden algunos participantes italianos.

400 kilómetros por etapa

Los coches, sin grandes lujos ni comodidades, llevan lo esencial para la aventura: planchas para liberar las ruedas atascadas en la arena, agua, ropa, y algún extintor pequeño. Pero lo que no se puede meter en un Panda es la pasión que pone cada participante al embarcarse en esta ruta. Y es que, aunque el vehículo sea pequeño, el espíritu de la Panda Raid es grande. A través de dunas, caminos polvorientos y terrenos rocosos, los equipos buscan algo más que una meta. Buscan superar sus propios límites y vivir una experiencia única que solo quienes se atreven a emprender este viaje comprenden.

Las dunas del desierto y las montañas del Atlas marroquí les aguardan durante seis días en etapas de más de 400 kilómetros. Sin embargo, para los valientes que se lanzan a este desafío, lo realmente importante no es solo alcanzar el destino, sino el camino en sí mismo: la camaradería, la adrenalina y la incertidumbre de cada kilómetro recorrido. Como bien dice Germán, “no se trata solo de competir, se trata de vivir la experiencia”.

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