Las muchas vidas de la Plaza Vieja

La Plaza Vieja del cenotafio se convirtió a comienzos del siglo veinte en un espacio íntimo y en un lugar de descanso para los vecinos
La Plaza Vieja ha ido cambiando a lo largo de la historia como consecuencia de las reformas que el paso del tiempo y las decisiones políticas obligaron a tomar. La Plaza Vieja que se acaba de inaugurar nos presenta un espacio más despejado y menos acogedor, con una extensa meseta desértica que se extiende delante del cenotafio, que el Ayuntamiento va a utilizar para programar allí todo tipo de actos públicos, especialmente musicales.
No se trata de ninguna innovación, ya que hace más de medio siglo que el entonces concejal Ángel Gómez Fuentes habilitó el recinto para que acogiera los Festivales de España que en el verano de 1967 dejaron su escenario original de La Alcazaba para instalarse frente a las casas consistoriales. Desde entonces la Plaza Vieja fue perdiendo intimidad, dejó de ser ese lugar de encuentro y descanso de la vida vecinal, ese espacio de sombras frondosas y bancos para sentarse que empezó a tener a comienzos del siglo veinte, coincidiendo con el traslado allí del monumento a los mártires de la libertad.
La Plaza del Ayuntamiento ha tenido siempre vocación de cambio y ha estado marcada por los continuos proyectos de reforma que unas veces la transformaron y otras se quedaron solo en papel mojado. Allá por el año de 1848, siendo el escenario del único mercado público autorizado que se celebraba a diario en la ciudad, se planteó la posibilidad de llevarse las barracas a la Plaza de Santo Domingo, a la de Marín o al paraje conocido entonces como la rambla de las Cruces, junto a la plazoleta de San Sebastián, para liberar la Plaza de la Constitución de los grilletes del mercado y establecer allí un Paseo de invierno que por su carácter cerrado estaría protegido de los vientos y cubierto de las lluvias por la galería de soportales que la rodeaba.
Fue solo un proyecto que no llegó a realizarse. La plaza siguió siendo un lugar de mercaderes y el sitio más concurrido de Almería porque además de utilizarse como lonja fue el recinto principal de la Feria de agosto. Todos los años, cuando llegaba el mes de agosto, la Plaza de la Constitución cambiaba de aspecto, cuando el mercado de la ciudad tenía que recoger toda su tramoya para trasladarse a otro recinto. Se iban los mercaderes de la fruta y de la verdura y llegaban los bullangueros feriantes con sus puestos ambulantes que apenas habían cambiado su formato desde la edad media.
La construcción y la puesta en marcha de la nueva Plaza de Abastos, entre el Paseo y la calle del Obispo Orberá, y el traslado del Real de la Feria al centro, convirtió a la Plaza de la Constitución en la Plaza Vieja del Mercado y durante un tiempo se quedó sin vida y con el aspecto de abandono y desolación que le daban los restos de las barracas de los mercaderes que allí se quedaron varadas viendo como el tiempo y el mal uso las desgastaba. En marzo de 1894, los vecinos presentaron sus quejas ante el alcalde por el mal estado de las casetas que estaban siendo aprovechadas como refugio por algunas prostitutas. Ese mismo invierno de 1894 el alcalde dio órdenes al arquitecto municipal para que se pusiera a trabajar en el proyecto de unos jardines a la inglesa que cambiaran el aspecto y le devolvieran la vida a la Plaza de la Constitución. Era necesario convertir el lugar en un sitio acogedor donde la vegetación fuera un atractivo principal para los vecinos y visitantes.
La plaza más hermosa de la ciudad se había quedado apagada, convertida en un desierto. Fue entonces cuando las autoridades decidieron levantar en aquel espacio el primer jardín y cuando surgió la primera propuesta para que el monumento a los Mártires de la Libertad, que estaba colocado en la Puerta de Purchena, fuera trasladado a la Plaza Vieja del Mercado. Esa primera propuesta se hizo pública en el Pleno del diez de octubre de 1894, cuando el concejal republicano Andrés Díaz Saldaña planteó la posibilidad que el cenotafio cambiara de ubicación para dar vista a la Plaza Vieja y “más anchura a la Puerta de Purchena”.
Mientras se ultimaban los detalles para la nueva ubicación del monumento, la Plaza Vieja siguió siendo un escenario propicio para celebrar las fiestas y las verbenas públicas. En marzo de 1899, con motivo de los grandes festejos que la ciudad de Almería organizó para celebrar la inauguración del ferrocarril, la plaza se convirtió en centro neurálgico de la fiesta. La Compañía de los Caminos de Hierro del Sur de España instaló un gigantesco pabellón en el centro donde todas las noches se organizaban bailes públicos.
En el verano de 1899 se iniciaron las obras para levantar el obelisco en la Plaza Vieja, pero los trabajos se llevaron con tanta parsimonia, con tanta desgana, que llegaron a eternizarse. En mayo de 1900, casi nueve meses después de que comenzara el traslado de las piedras, los andamios seguían colocados y el monumento sin terminar. Por fin, el 24 de agosto de 1900, culminó la obra cuando los restos de los mártires se llevaron en procesión de la iglesia de San Sebastián hasta la Plaza Vieja.