Descubriendo soluciones al cambio climático: avances genéticos en la UAL
Investigaciones de la universidad aseguran plantas más resistentes a virus y factores extremos del clima

Las investigaciones van dirigidas a crear plantas más sostenibles y eficientes.
La Universidad de Almería es un gran centro de investigación, creación de conocimiento y uno de los sitios donde se da, o al menos se pretende, solución a los problemas de actualidad
Teniendo en cuenta el contexto almeriense, dos de las investigaciones que se desarrollan en la institución están orientadas a la mejora varietal de las semillas, teniendo en cuenta por supuesto el cambio climático y probando nuevas líneas de investigación y transformación.
Si bien, lo que es actualidad hoy, también lo era hace ya 30 años cuando se fundó el grupo de investigación denominado ‘Genética y Fisiología del Desarrollo Vegetal, por Rafael Lozano y en el que ahora trabaja Juan Capel, investigador y docente de la Universidad de Almería.
“A lo que nos dedicamos es a la genética y la fisiología del desarrollo, y entonces ahora realmente lo que más hacemos es genómica de desarrollo vegetal y de aplicación, con lo que hemos conseguido grandes colecciones de plantas que hemos alterado”, explica Juan Capel.
Búsqueda de plantas más resistentes
Mediante la alteración del genoma, los investigadores pretenden que las plantas, en este caso de la familia de las solanáceas, adquieran distintas características. “Hemos buscado aquellas que sean más resistentes a las futuras condiciones del cambio climático como las condiciones extremas de falta de agua, deshidratación y sequía, altas temperaturas, entonces hemos creado plantas mutantes que son resistentes”, dice el experto.
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Si bien, no debe asustarse el lector del término ‘mutante’. El término viene a referirse a que todos tenemos características diferentes gracias a una mutación natural, y al igual que sucede en las personas, sucede en las plantas. Es precisamente en esto en lo que se basa la mejora genética, en buscar lo diferente: “Eso se llama variabilidad natural. Para crear plantas más resistentes tomamos esas características de las plantas que están en el campo y están más o menos adaptadas a esas condiciones”, cuenta Capel. Sin embargo, esta tarea es más complicada. Y es que la variabilidad cada vez es más pequeña. “Ya apenas hay tomates silvestres, sólo en determinadas porciones del mundo y aunque estos espacios se intentan conservar, la FAO reconoció que la variabilidad natural no es suficiente para tener programas de mejora”, cuenta el investigador.
“Con este tipo de investigaciones es posible descubrir a los individuos que tienen una mutación y que esa alteración quizá sea el gen esencial para el control de un determinado carácter. Eso es lo que permite identificar individuos que sean más resistentes a determinadas condiciones”, explica el experto.
Unificando investigación y tecnología, a día de hoy se pueden aplicar procesos biotecnológicos y alterar el producto con ese gen en concreto esperando que el descendiente, tenga esa característica que aporta el gen.
“Esto es lo que se llama mutación inducida, y solo se hace con especies que no presenten un problema ético”, cuenta Juan Capel.
La transgénesis, un ahorro de tiempo
Todo este trabajo se lleva a cabo para crear plantas con frutos de mayor calidad y con más resistencia no sólo a los factores climatológicos, sino también a enfermedades causadas por virus y hongos. “Utilizamos la aproximación genómica para detectar y estudiar los QTLs y genes que regulan la calidad nutricional y funcional de los frutos y la resistencia a las enfermedades, en nuestro caso, de las cucurbitáceas”, explica Manuel Jamilena, catedrático de la Universidad de Almería, y responsable del grupo de investigación “Genética de Hortícolas” de la UAL.
No obstante, para ser más eficientes en el desarrollo, pero también sostenibles, se deben tener en cuenta todas las tecnologías, incluyendo la transgénesis y la edición genética, tecnologías que suscitan debate en el panorama europeo. “La transgénesis y la edición de genes se traduce en un recorte de tiempo y permite un avance rápido en el desarrollo de plantas más resilientes a los desafíos del cambio climático. El uso de estas tecnologías permite desarrollar un nuevo rasgo genético, por ejemplo una nueva resistencia a virosis o el aumento de antioxidantes en un fruto, en 6 meses, mientras puede llegar a tardar tres años con el método tradicional”, dice Jamilena.
El papel de Europa
“De momento, Europa no va por el buen camino en cuanto a transgénicos, y lo mismo podría ocurrir con las plantas editadas genéticamente si finalmente Europa las declarara organismos genéticamente modificados (OGMs. Lo curioso es que Europa es el mayor consumidor de productos transgénicos y sin embargo, no permite cultivarlos dentro de sus fronteras. Esta sin duda, es una incongruencia que Europa tendrá que resolver, primero porque es imposible identificar que una planta ha sido editada genéticamente, y segundo, porque la edición genética reduciría el uso de los agroquímicos que salvaguardan a las plantas de los virus y enfermedades, reduciendo costes y promoviendo una agricultura más sostenible y ecológica”, cuenta el experto.
Sea cual sea el futuro de la edición genética en Europa, lo que está bien claro en el presente es que Almería es un referente en mejora genética en todo el mundo, llegando incluso a competir con Holanda y el sur de Francia. “Almería es también exportadora de tecnología, y las semillas que se producen aquí, se venden en todo el mundo”, concluye Manuel Jamilena.