Historias almerienses sobre paisaje (V): El “gobierno” del agua

Una serie que aspira a intervenir en la percepción de la realidad geográfica y territorial

Icónica noria rodeada de palmeras.
Icónica noria rodeada de palmeras. Rodolfo Caparrós
Rodolfo Caparrós
07:00 • 24 oct. 2020

La gestión del agua es un indicador de gran capacidad narrativa sobre la peripecia del grupo humano en su espacio geográfico: dime cómo consigues el agua y te diré quién (y de dónde) eres.






No se puede narrar la historia de Almería sin explicar cómo se ha resuelto el acceso al líquido elemento. En una zona mediterránea, con gran contraste entre las distintas estaciones, y en una posición geográfica que produce una aridez estructural, la obtención de agua para abastecimiento y para riego va pautando la historia de Almería, desde los Millares hasta la actualidad.






Artefactos



Un conjunto de soluciones han permitido el despliegue de la vida humana y la ocupación de la mayor parte del territorio. Este abanico tecnológico habla de una situación de debilidad hídrica general, y de una gran diversidad de situaciones dentro de la provincia. Cuando se presenta la lluvia, en ocasiones torrencialmente, sus potenciales efectos destructivos se ven paliados por un dispositivo pasivo de aterrazamiento de las laderas (VJ2). La escorrentía superficial se aprovecha mediante los aljibes, sistema hídrico que incluye la adecuación del área de recepción, la canalización del agua, el filtro de sedimentos y el depósito cubierto. El agua que discurre por los cauces es captada para riego y fertilización del terreno mediante las boqueras. Una parte del agua se infiltra en el terreno, cuando sus condiciones geológicas lo permiten. A veces, vuelve a aflorar en manantiales, en torno a los cuales se organiza un sistema de balsas de cabecera y acequias que hace posible retener el agua y distribuirla por las fincas.






Las acequias de careo de Sierra Nevada constituyen un aprovechamiento singular de gran interés. A menudo, junto a las acequias se sitúan molinos hidráulicos, que aprovechan la energía del agua en movimiento. En las fincas, también se instalan balsas de recepción, para administrar los riegos después de cada tanda. Parte del agua infiltrada permanece bajo tierra, en los acuíferos, tanto los carbonatados (de sierra) como los detríticos (bajo terrenos sedimentarios, especialmente bajo los cauces). Para extraer el agua se disponen pozos, horizontales (minas, cimbras, qanats) y verticales (pozos en sentido estricto). En los horizontales, el agua se mueve por la fuerza de la gravedad. En los verticales, en cambio, se necesita energía para traer el agua a superficie. Esta energía puede ser humana (tracción con garrocha), animal (norias) o eólica (molinas).


Un ecomuseo  

La presencia de todas estas soluciones convierte a la provincia en un ecomuseo de la hidráulica tradicional. Gran parte de estos artefactos y dispositivos se encuentran abandonados, en un progresivo deterioro. Es urgente una documentación exhaustiva y un inventario que permita mantener la memoria territorial de esta historia hidráulica, y la selección de enclaves donde pueda conservarse su presencia física, para intervenir en ellos con un planteamiento de paisaje cultural.


La transición hidráulica  

Esta hidráulica tradicional comienza a superarse en la segunda mitad del XIX, llenando la provincia de hitos destacados, como el fallido embalse de Isabel II (Níjar), la galería de captación del Cebollar (Almanzora), la acequia gorda de Canjáyar, el Canal de San Indalecio (valle bajo del Andarax), el Cauce de la Buena Unión (Llanos de la Cañada y El Alquián), o el Canal de San Fernando (Adra), además de una multitud de proyectos e iniciativas que no vieron la luz, por distintas causas. Pero será la motorización y electrificación de los pozos, primero, y más tarde las nuevas técnicas de sondeo utilizadas por el Instituto Nacional de Colonización, las que protagonicen la transición a la gran hidráulica en la provincia, durante el s. XX.


Amenazadas las reservas de los acuíferos por la prolongada extracción, comienza la búsqueda de nuevos recursos, y es donde entran en juego los trasvases, la reutilización de aguas residuales y la desalación: la gran hidráulica se instala de una forma generalizada desarticulando en profundidad artefactos, formas de actuar e instituciones características de la hidráulica tradicional.


La próxima semana, en Virado a Jibia, nos enfrentaremos al “gran vacío del sureste”, un dato geográfico de gran trascendencia para entender el posicionamiento de la provincia y sus opciones estratégicas.



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