El cuadro que se llevó el Real Madrid

El Almería le regaló al Madrid un bodegón del pintor Gómez Abad

Los jugadores  del Almería Ordaz y Marín le entregaron a Puskas, del Real Madrid, un oleo del prestigioso pintor almeriense Gómez Abad.
Los jugadores del Almería Ordaz y Marín le entregaron a Puskas, del Real Madrid, un oleo del prestigioso pintor almeriense Gómez Abad. La Voz
Eduardo de Vicente
20:05 • 02 jun. 2024

En algún rincón de las dependencias del Real Madrid o quien sabe si en la pared del comedor de la familia de algún antiguo directivo, debe de sobrevivir aún, si alguien no lo vendió, el cuadro que el Almería le regaló al Real Madrid cuando en agosto de 1966 vino a jugar un partido amistoso en el estadio de la Falange. El oleo era un bonito bodegón con racimos de uvas de nuestra tierra, obra del ilustre pintor almeriense José Gómez Abad, que en aquellos tiempos era ya una de los abanderados del Movimiento Indaliano. 



Antes de empezar el partido, el capitán del Almería, Ordaz, y su compañero Marín, le hicieron entrega al mítico Puskas, leyenda del Real Madrid, del cuadro para que quedara constancia de que el club de la capital de España, seis veces campeón de Europa, había estado en nuestra tierra y se llevaba de ella una obra de arte. 



A pesar de que el partido se había vendido como la gran atracción de aquella Feria de 1966, las gradas del estadio de la Falange no se llenaron para ver a un Real Madrid que traía el nombre, la camiseta y el escudo, pero en el que vinieron muy pocos efectivos del equipo titular. 



Del once que había jugado en mayo la final de la Copa de Europa ante el Partizan de Belgrado no había ninguno en la expedición. Se había rumoreado unos días antes del amistoso que había alguna posibilidad, aunque remota, de que viniera Amancio o Gento, que eran dos de las estrellas principales del Madrid, pero el club que por aquel tiempo presidía Santiago Bernabéu pensó que meter a sus figuras en un viaje en tren que duraba medio día para disputar un partido en un campo de tierra infame en un rincón perdido del mapa de España no merecía la pena, por lo que el sufrido público almeriense se tuvo que conformar con los suplentes y con los retirados. Del Real Madrid ye-yé solo pudieron ver al portero Junquera, que era el suplente de Araquistáin, y los últimos resquicios de Pancho Puskas, que entonces era ya más Pancho que Puskas y lucía una abultada barriga que delataba su retirada oficial del fútbol profesional que se había producido unas semanas antes.



A las cinco y media de la tarde en punto del 28 de agosto de 1966, con cerca de treinta grados al sol y un terreno de juego seco y agujereado como un bancal baldío, saltaron los dos equipos al campo para protagonizar una pantomima que aburrió hasta al niño que iba vendiendo las pipas. Aquello fue un partido de Feria, pero de feria de barrio, un  duelo de solteros contra casados a pesar de que en la crónica del periódico del día siguiente el redactor de turno escribiera que se había jugado un partido vistoso y entretenido.



Como era de esperar, el gran protagonista de la tarde fue el mítico Puskas, que en mayo de ese mismo año había colgado las botas, pero que mataba el gusanillo haciendo bolos con los suplentes. Todo el mundo quería hacerse una foto con Puskas, que después de ocho temporadas en el Madrid lo había ganado todo y había pasado a la historia por formar de una pareja de ensueño con su compañero Alfredo Di Stéfano.



Hasta los jueces de línea se retrataron con Puskas en una época donde casi todo el mundo era del Real Madrid: los aficionados, los directivos de los equipos y los árbitros, que antes de  dedicarse al arbitraje eran aficionados de a pie y en su mayoría hinchas del club merengue, como estaba establecido en este bendito país. 



Tal vez, los que menos disfrutaron en aquella visita del Madrid fueron los aficionados de verdad, los que en la grada de general tuvieron que soportar el calor y el simulacro de partido después de haberse dejado los cuartos en la taquilla. 


Aquella temporada de 1966 el Almería que nos representaba era el Club Deportivo, que había cogido el testigo del desaparecido Atlético Almería, y que como era tradición en nuestra querida ciudad, también caminaba hacia la desaparición.


Los jugadores  del Almería Ordaz y Marín le entregaron a Puskas, del Real Madrid, un oleo del prestigioso pintor almeriense Gómez Abad.


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