El taller de medias de la señora Vinita

Era una de las dueñas de la perfumería La Venus, en la Puerta de Purchena

Interior de la perfumería La Venus de la Puerta de Purchena. Sentada, arreglando medias, se ve a Virginia Martínez, ‘Vinita’, hija del dueño.
Interior de la perfumería La Venus de la Puerta de Purchena. Sentada, arreglando medias, se ve a Virginia Martínez, ‘Vinita’, hija del dueño. La Voz
Eduardo de Vicente
22:07 • 21 feb. 2024

Durante medio siglo fue una de las perfumerías de referencia en la ciudad, situada en el corazón de la Puerta de Purchena. Estuvo abierta hasta 1950, compartiendo la misma acera con negocios tan importantes como la jamonería Andaluza y la confitería La Sevillana. Sobrevivió a los años de la  guerra civil y se convirtió en un pequeño templo de las mejores esencias que venían entonces a la ciudad, y en el auténtico santuario de las medias más modernas que existían en el mercado. 



En la posguerra no había una acera más sugerente en Almería que ese tramo de la Puerta de Purchena en el que en pocos metros se fundían las fragancias más tentadoras que uno podía imaginar. No es de extrañar que aquel trozo de calle estuviera tan concurrido, porque la gente que salía a pasear empezaba o terminaba su caminata allí, alimentándose con el olor de los merengues y de los embutidos de la pastelería La Sevillana y la jamonería Andaluza, y embriagándose con los aromas de las colonias más exóticas que llegaban de Madrid y Barcelona



En aquellos tiempos, ‘La Venus’ era propiedad del empresario Rogelio Martínez, aunque detrás del mostrador siempre estaban sus hijas Virginia y Pepita. La primera, a la que todo el mundo conocía con el apodo de ‘Vinita’, era el alma del establecimiento. Su sitio estaba detrás del mostrador, arreglando las carreras de las medias a la luz de un flexo. Cuántas horas se pasó aquella mujer pillando medias, en una época en las que tener unas de seda era un lujo. 



La tienda tenía una estrecha fachada que no llamaba la atención, pero por dentro no había un solo hueco libre. Contaba con un mostrador de madera y cristal donde destacaba una vieja máquina registradora. Pegada al mostrador aparecía una mesa de camilla con su falda reglamentaria donde reinaba el flexo de aluminio que alumbraba las manos de Vinita mientras recuperaba la vida de las medias. Allí, con los ojos puestos en la aguja, a la luz del viejo flexo, aquella mujer era la alegría del negocio, siempre con una sonrisa en la boca, derrochando generosidad, elegancia y una buena dosis de optimismo para convencer a las clientas de que aquellas medias que parecían heridas de muerte, aún podían resucitar.



La perfumería tenía una hermosa estantería de madera con un hueco en medio que servía de acceso a la trastienda, donde se acumulaban las cajas de los productos que se compraban al por mayor. En el umbral de la puerta, en la parte más visible de la estantería, los dueños del negocio colocaban los botes de la Dermatina, aquella pomada con fama de obrar milagros que usaban las mujeres para pulir sus manos. “Dermatina, piel siempre fresca y para siempre fina”, cantaba el eslogan.



Cuando a finales de los años cuarenta empezaron a llegar las medias de nailon, la perfumería La Venus fue de las primeras que las puso de moda en la ciudad, aunque batallaba con la dura competencia que entonces suponía el estraperlo de la Posada del Mar, donde los expertos en el mercado negro las traían en el barco de Melilla a precios más baratos.



Las medias de nailon fueron una pequeña revolución por su comodidad, por su mayor durabilidad con respecto a las de seda y por su transparencia, característica que le valió el apodo de ‘medias de cristal’.



Cuántas medias de cristal pasaron por las manos de las dos hermanas de la ‘Venus’, que se dejaron la vista arreglando carreras por el módico precio de una peseta. No eran las únicas que se dedicaban a este tipo de reparación, ya que en el Paseo, frente a la Dulce Alianza, estaba el quiosco de los hermanos Plaza, que también arreglaban medias. En los primeros años cincuenta aquel trozo de acera de la Puerta de Purchena cambió de cara con el cierre definitivo de  ‘La Venus’ y el adiós de la histórica confitería ‘La Sevillana’, que le dejó paso a los almacenes de Eduardo Segura


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