Los Vizcaíno y el deporte de posguerra

Los hermanos Vizcaíno formaron parte del selecto grupo de atletas de su tiempo

Bernardo Vizcaíno (de negro), junto a sus amigos Plaza y Alberto Díaz en la Puerta de Purchena.  F. Díaz Gálvez.
Bernardo Vizcaíno (de negro), junto a sus amigos Plaza y Alberto Díaz en la Puerta de Purchena. F. Díaz Gálvez.
Eduardo de Vicente
18:56 • 10 ene. 2024

Los hermanos Vizcaíno nacieron subidos sobre un sillín de bicicleta. Llevaban el deporte grabado en sus células como una vocación genética que cultivaron de por vida. Bernardo, Antonio, Pepe y Manuel destacaron en su tiempo como corredores y por su capacidad para adaptarse a cualquier tipo de actividad deportiva. Los más célebres fueron Bernardo y Pepe, que en los años de la posguerra formaron parte del selecto grupo de atletas de los tiempos del hambre.



Bernardo Vizcaíno Ros destacó en la Almería de los primeros años de la posguerra practicando con brillantez el ciclismo cuando eran pocos los que podían permitirse el lujo de tener una bicicleta de carreras. Con los hermanos Díaz recorrió todas las carreteras de la provincia, erigiéndose en uno de los atletas de aquella época, un loco que se levantaba a las seis de la mañana para irse a la playa del Club Náutico a hacer gimnasia en los hierros y después darse un chapuzón aunque fuera invierno. 



Bernardo era un muchacho delgado, sin un gramo de grasa, con un cuerpo fibroso que se agigantaba cuando se colocaba sobre el sillín de la bicicleta. Sus éxitos lo convirtieron en uno de aquellos ídolos locales que se hicieron famosos en Almería gracias a sus logros deportivos. 



Pero además de sus hazañas como ciclista, tenía otras virtudes que lo hacían un personaje irrepetible. Bernardo Vizcaíno tenía una gracia natural, un don para caer bien a la gente, y una habilidad especial para convertirse en líder de las pandillas y de los grupos de amigos. Aunque no tenía una voz potente, cantaba flamenco con soltura y enamoraba al público por su naturalidad y su forma de expresarse. Cuentan que en una Semana Santa, cuando estaba cumpliendo el servicio militar, el capitán de su compañía lo obligó a que cantara una saeta: “O la cantas esta noche en el Paseo o te pelo al rape”, le dijo el oficial. Esa noche, el bueno de Bernardo se colocó en la puerta de la tienda de discos de Sánchez de la Higuera, y apoyado en un micrófono con altavoz, soltó una saeta que emocionó a todos los presentes. 



Bernardo fue también futbolista y compositor de coplas, aunque a él le gustaba que lo llamaran trovador, una habilidad que había heredado de su madre. En el ámbito profesional, empezó trabajando en el taller de recauchutado que su padre tenía en la calle Reyes Católicos, antes de dedicarse a las representaciones de seguros y a la venta de maquinaria.



Tan polifacético como Bernardo fue su hermano Pepe, que además de atleta presumía de haber formado parte de la tramoya de los rodajes de películas.






Pepe Vizcaíno fue un muchacho despierto con ganas de aprender y de trabajar. Al terminar la guerra volvió a la escuela, matriculándose en el colegio de la Salle. Todos los días, al salir de clase, le gustaba acercarse al taller de Sagredo, en la Carretera de Granada, donde se pasaba las horas muertas viendo a los obreros trabajar. Allí aprendió a soldar y allí fue donde descubrió su vocación de herrero. Tenía 16 años cuando consiguió su primer puesto de trabajo, en el taller de soldadura que Miguel Cuadrado tenía en la calle Padre Santaella. Fueron diez años de aprendizaje, hasta que se vio capacitado para emprender en solitario la aventura laboral y puso un negocio en propiedad en el corralón de la calle San Leonardo, antes de establecerse definitivamente en Jiménez Cangarguelles, donde estuvo durante cuarenta años.


José Vizcaíno se convirtió en uno de los soldadores más importantes de la ciudad. En 1956 estuvo trabajando en la construcción del puente de Los Imposibles, en el empalme de Alhama, junto al Ricaveral. Fue una de las experiencias más duras de su ‘carrera’, ya que tenía que soldar a treinta metros de altura, colgado en la cumbre de un esqueleto de hierros.


Además de ser un virtuoso trabajando el hierro, José sobresalió desde muy joven por su vocación de atleta. Recortaba las fotos de los deportistas que salían en el Marca y trataba de imitarlos después corriendo por la playa y levantando pesas. En los años cuarenta se iba con un grupo de amigos al Balneario Diana a colgarse de los barrotes de hierro como si fueran trapecistas. 


Su juventud estuvo muy vinculada al cine. El hecho de ser uno de los herreros más prestigiosos de Almería le brindó la oportunidad de trabajar en los rodajes de las películas más importantes que pasaron por nuestra tierra en aquel tiempo. En abril de 1962, José Vizcaíno  fue contratado por la productora de Lawrence de Arabia para construir los herrajes del poblado que se levantó en la zona del Algarrobico, entre Carboneras y Mojácar, una reproducción exacta del Jerusalén que reflejaba la película.


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