Los jóvenes que vivieron sin ‘redes’

Los adolescentes de hoy se preguntan cómo podíamos vivir sin móviles y sin Internet

Adolescentes de los años 60 en la playa de Aguadulce. Como no había móviles ni redes sociales a veces había que hacer cabriolas sobre la arena.
Adolescentes de los años 60 en la playa de Aguadulce. Como no había móviles ni redes sociales a veces había que hacer cabriolas sobre la arena.
Eduardo de Vicente
23:00 • 25 oct. 2023

Los adolescentes de hoy se preguntan cómo podíamos vivir antes sin móviles y sin Internet. Ellos, que tienen la vida instalada en un palmo de pantalla, ellos que tienen la sensación de llevar el mundo en sus manos y de tenerlo casi todo de forma inmediata con solo darle a un botón, ellos que se despiertan y se duermen balanceándose en las redes no entienden cómo se podía vivir sin esa vara mágica que supuestamente les hace la vida más agradable, sin esa herramienta divina que  se ha convertido en algo vital, tan necesaria que sus existencias se desmoronarían si tuvieran que sobrevivir una semana sin móvil o sin ordenador.



Es verdad que estos adelantos nos ponen la realidad en nuestras manos en segundos. Cualquier joven de hoy que quiera escuchar el último éxito de su cantante favorito solo tiene que entrar en Youtube y buscarlo, cuando nosotros, los muchachos de hace cuarenta años, teníamos que llenarnos de paciencia y esperar a que pusieran la canción en la radio para grabarla con el cassette en una cinta virgen



Hoy puedes ver una película sentado en la taza del váter antes de que llegue a las salas de cine, mientras que antes no teníamos otra alternativa que esperar a que llegara a los cines, que en Almería siempre era más tarde que en cualquier otra ciudad. 



La inmediatez es una ventaja, pero las esperas de otros tiempos eran más emocionantes. Ibas a la tienda de discos de confianza y encargabas un LP que lo mismo tardaba dos semanas en llegar, y en esa larga espera pasabas por delante del escaparate a ver si el pedido se había adelantado milagrosamente. Una vez que te llegaba el disco te ibas a tu casa con la sensación del que lleva un tesoro debajo del brazo. Te encerrabas en tu habitación, acariciabas la portada, la leías, repasabas hasta la última letra pequeña y a continuación sacabas el disco de la funda con el mismo celo que si estuvieras tocando una pieza de porcelana y procedías a ejecutar ese momento sagrado en el que la aguja del tocadiscos caía lentamente sobre la superficie del vinilo.



Los jóvenes de hoy, y los que no son tan jóvenes, tienen también la ventaja de poder estar comunicados constantemente por lejos que estén uno del otro, aunque después, cuando se sientan tres en un banco de la Rambla no tengan nada que decirse y acaben cada uno por su lado mirando la otra vida, la que les llega por el teléfono móvil, eso que llaman la realidad virtual.



Nadie puede poner en duda que a la hora del ligue tienen mucho ganado con las nuevas tecnologías. Los adolescentes actuales pueden jugar a ligar sin salir de la cama o mientras están estudiando. Los de antes lo teníamos más complicado y para conocer a alguien tenía que ser cara a cara, sin trampa ni cartón. Hoy coinciden en la red, se gustan y se citan, mientras que ayer necesitabas seguir el conducto reglamentario que se podía eternizar en la burocracia de las buenas costumbres. Hoy puedes jugar a intimar por el móvil, que tiene su morbo, mientras que antes la intimidad pasaba por una sala a media luz cuando empezaban a sonar las canciones lentas y él se arrimaba a ella ganando terreno con disimulo, hasta conseguir la conquista de un beso, y así poco a poco se iba haciendo el camino.



Hoy tienes en tus manos la posibilidad de quedar o deshacer una cita cinco minutos antes con un mensaje por el móvil, mientras que antes concertábamos los encuentros con una semana de antelación y a veces sin posibilidad de dar marcha atrás. Recuerdo que en mi grupo de amigos futboleros, que organizábamos todos los domingos un partido, quedábamos de un domingo a otro sin tener en cuenta lo que podía cambiar la vida en una semana.



Internet y sus adelantos han instalado otra forma de vivir donde reina la inmediatez, las soluciones instantáneas. Las redes han cambiado hasta la forma de viajar. Uno observa ahora a los turistas que llegan a la Alcazaba y se olvidan de la Alcazaba, pendientes de grabarlo todo, de fotografiarlo todo para enviárselo a amigos y familiares. Vas al estadio a ver el fútbol y la mitad no se entera de lo que está ocurriendo porque anda con el móvil en la mano como si se les hubiera olvidado que la vida son esos pequeños detalles que hay que saborear con todos los sentidos y a ser posible sin una máquina en la mano.



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