El Barrio Alto en los años 70 (3)

En el mes de octubre del 76 echó a andar la Asociación de Vecinos de la barriada

Eduardo de Vicente
21:58 • 21 sept. 2023

La Transición sonaba a cambio, a un tiempo nuevo que tenía que traer de la mano grandes mejoras sociales para un distrito que seguía sufriendo la pobreza en sus carnes. Había un Barrio Alto que se abrazaba al progreso y otro que permanecía anclado en formas primitivas de existencia, con familias habitando casas inmundas sin agua potable y sin un váter donde poder hacer sus necesidades.




El alcantarillado era el heraldo de ese tiempo nuevo que estaba por venir, el paso decisivo para sanear el barrio y cambiar su imagen, el primer eslabón en esa cadena de mejoras que pedían a gritos los vecinos, arropados desde el púlpito por el cura de la iglesia de San José, que en cierto modo fue también un revolucionario. En torno a la parroquia fue surgiendo la primera asociación de vecinos, que echó a andar en el otoño de 1976 con Antonio Pérez Iglesias a la cabeza. La figura de Antoñico el confitero, como todo el mundo lo conocía, fue fundamental para la recuperación del barrio.




Era, sin duda, uno de los hombres más populares del Barrio Alto por ser uno de los hijos de la confitería La Giralda, lugar de referencia de varias generaciones, y porque en los años 60 fue concejal del Ayuntamiento de Almería y hasta teniente de alcalde.
Aunque ya era querido en sus calles por ser el hijo del confitero viejo, acabó convirtiéndose en un paladín de la gente más humilde, al que acudían las familias  necesitadas cada vez que tenían un problema. “Don Antonio, a ver si me soluciona usted lo de la casa”. “Don Antonio, a ver si le encuentra usted una colocación al niño que nos hace mucha falta”, le pedían cada vez que hacía una de sus internadas por los callejones del barrio. Una de sus aspiraciones era que el Barrio Alto dejara de ser un suburbio, “una manzana podrida en un cesto de manzanas sanas”, decía.




“Existe una miseria en el Barrio Alto, una miseria de sanidad, de educación, por falta de escuelas, por falta de moral por vivir muchas de sus familias en casas de diez  metros cuadrados”, llegó a decir en una entrevista en el periódico,
en una época en la que casi nadie se atrevía a denunciar los aspectos sórdidos de la ciudad.




Cuando en octubre de 1976 empezó a funcionar la asociación de vecinos, sus primeros esfuerzos se centraron en el tema de la vivienda, que afectaba de manera especial a la manzana sur del barrio donde estaban las casas en peor estado, donde la mayoría de las construcciones era de piedra y barro y donde abundaban las casas que no tenían más de cincuenta metros y donde vivían familias numerosas en absoluto estado de hacinamiento.




Uno de los primeros logros de los vecinos fue comprometer a las autoridades para que pusieran en marcha un proyecto que contemplaba la construcción de 86 viviendas modernas.




Los cambios, tan necesarios, iban lentos,  pero a veces llegaban. Lo que no cambiaba en el Barrio Alto era su vocación por el cine Monumental, que durante años fue su gran escenario, el vientre materno que acogía los fines de semana a la juventud, no solo del barrio, sino también de toda la zona de Regiones, la Carretera de Ronda, la Carretera de Granada y Los Molinos.




Como el propio barrio, el Cinema Monumental, como así se llamaba, necesitaba un cambio de imagen porque la pantalla se había quedado pequeña y porque las butacas de madera olían aún al zotal de la posguerra.


De vez en cuando, el viejo cine de la familia Asensio se vestía de fiesta y se llenaba hasta el último asiento de la última sesión. Uno de sus grandes ‘estrenos’ fue el de la película ‘Había una vez un circo’, que llegó a la pantalla del Monumental en enero de 1974 y que convocó durante más de una semana a todos los chiquillos del distrito, ansiosos por disfrutar con las aventuras de los payasos de la tele.


La Transición cambió también la rutina del Monumental. Ya no eran suficientes las películas de pistoleros para contentar al público y hubo que dar un paso adelante.
El 14 de febrero de 1976, día de los enamorados, se proyectó por primera vez una cinta de destape, nada más y nada menos que con Agata Lys de protagonista. Era la gran señal de que los tiempos estaban cambiando de verdad.


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